La historiografía es una fascinación del venezolano promedio, aunque el otro venezolano que está a décimas de ser el promedio no le interesa nada que no tenga que ver consigo mismo. Realmente no me baso en cifras estadísticas, sino en pura observación empírica. Ya decía Uslar Pietri que la cátedra de Historia de Venezuela que se imparte en la educación básica, media y diversificada está basada en hitos puntuales de la guerra de independencia (con Bolívar como protagonista, pareciendo a veces que el siglo XIX acaba prematuramente en 1830), la galería de presidentes del siglo XX y, sobre todo, fechas, fechas y más fechas.
Traigo el tema a colación porque el pasado lunes, supongo que como correspondía, fue celebrado el 4 de febrero o, llamado cariñosamente, el
No quisiera caer en más valoraciones porque no me siento capacitado ni es mi intención remover sensibilidades. Además, reconozco la importancia de los hechos del 4 de febrero de 1992 para la historia contemporánea de nuestro país. Sólo quiero llamar la atención sobre nuestra debilidad por las efemérides y sobre la contradicción que supone la remembranza de esas dos fechas que, por si fuera poco, están separadas por tan escasos días.
Lo que sí veo es que, amén de los embates del tiempo, el 23-E se sigue conmemorando nacionalmente como “el día de la democracia”, y entonces me pregunto si el 4-F seguirá siendo “el día de la dignidad” en los gobiernos del futuro. Me gustaría saber qué piensan ustedes…