tag:blogger.com,1999:blog-71076811169073818752024-03-05T11:32:51.041-08:00EloquentiaUn espacio para la expresión -acción y efecto de expresar pero también de exprimir- de todas las ideas, afectos, amarguras y dulzuras posibles. Opinen cuanto quieran y sobre lo que quieran, sin olvidar que las formas dan el ser y la esencia de las cosas. Bienvenidos!!!Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.comBlogger30125tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-9180110027678120822014-08-15T06:25:00.001-07:002014-08-15T06:26:55.595-07:00La enseñanza de Mr. White<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjc5txpKrM83nWxHgLTGjZh9dj-HF6LbeCKJ7IT6VejAjW-TfH7owDJR_n1ehyTS9aYP0GQvNfIZ2jXu0LOvcdLHxGQJLORbpG-0xQiRa-NfOw2bKDZJBGL9hoiMwsA8PV_sJURmSKQ/s1600/Breaking+Bad.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjc5txpKrM83nWxHgLTGjZh9dj-HF6LbeCKJ7IT6VejAjW-TfH7owDJR_n1ehyTS9aYP0GQvNfIZ2jXu0LOvcdLHxGQJLORbpG-0xQiRa-NfOw2bKDZJBGL9hoiMwsA8PV_sJURmSKQ/s1600/Breaking+Bad.jpg" /></a></div>
<div class="MsoNormal">
Acabo de terminar de ver Breaking Bad. Nunca me había
atrapado de esa manera una serie. Para mí, los grandes artistas son aquellos
capaces de brindarnos un fragmento de nosotros mismos, acaso en un gesto o un
amago de eso que llamamos condición humana. Vince Gilligan y Bryan Cranston lo
lograron. Y si algo nos define como especie es precisamente la ambigüedad, la
paradoja, la contradicción. ¿Quién puede ser rotundamente bueno o rotundamente
malo? Pero esos asuntos morales tan tratados por filósofos y teólogos alcanzan
mayor nitidez en las historias de esos novelistas y directores que nos ponen en
frente de nuestros propios quiebres y fisuras. Esos personajes ficticios como
Raskólnikov o Walter White nos ayudan, creo, a entendernos como seres humanos;
a ser más justos, incluso. Son personajes ejemplares no en el sentido de que
debamos seguirlos como modelos de conducta, sino en el sentido más llano del
término: son ejemplo de lo que somos capaces de hacer si ocurriera en nosotros
un desbalance o nos raptara por completo una idea. Lo mejor de la serie es que,
como en la vida, nadie, o casi ninguno de sus fascinantes personajes, se salva
de hacerle concesiones a la maldad, de caer en la tentación. Por suerte... <o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
Creo que voy a extrañar mucho Breaking Bad. Larga vida, Mr.
White.</div>
Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-67899290071807837082014-06-23T13:08:00.000-07:002014-06-23T13:13:29.525-07:00Venezolanamente feliz...<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit;">Ayer fue para mí un
día venezolanamente feliz. Al mediodía encontré desodorante de barra. No podía
creer que le daría descanso a la marca de desodorante de bolita que me vi
obligado a usar por primera vez en mi vida (debo “administrar mi victoria”,
pues seguramente lo retomaré en cualquier momento). Al final de la tarde, en
medio de una fenomenal tranca causada por el tiroteo del Eurobuilding, no me
dejé robar el celular por unos motorizados que me golpeaban el vidrio
amenazándome de muerte. Lo viví como una proeza de la cual, pasado el susto,
tendré que sentirme orgulloso, supongo... De vuelta a casa, entré a un
supermercado y, como tocado por la buena fortuna, encontré que había pasta
Capri (tornillitos, mi favorita), y por supuesto no la dejé de llevar aunque
iba sólo por queso… De modo que no puedo quejarme: fue un día lleno de
conquistas, pequeños triunfos y auténticas alegrías. Luego la gente se pregunta
cómo es que Venezuela es uno de los países más felices del mundo… Mi problema
tal vez sea que sólo quiero una vida normal.</span><span style="font-family: Courier New;"><o:p></o:p></span></div>
Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-78421714067071010552013-04-09T19:39:00.001-07:002013-04-09T19:44:19.244-07:00Reconciliación<div style="text-align: right;">
<i>Por Luis Miguel Andrade Fernández</i></div>
<div style="text-align: right;">
<i><br /></i></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<i></i><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVwndt9AoUEhcYvlhpcIGY0zMI_eB2n2rTlfpu2CVSaLwoGKOmdc-rcjuu-Nnox5ShDzC42f_rmIX7kneLqJVetygCsb0h3CW5RA4SPvfd2xfZASaEVkCzi7w9GnoN8cCE1rsdXDP5/s1600/Puente.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVwndt9AoUEhcYvlhpcIGY0zMI_eB2n2rTlfpu2CVSaLwoGKOmdc-rcjuu-Nnox5ShDzC42f_rmIX7kneLqJVetygCsb0h3CW5RA4SPvfd2xfZASaEVkCzi7w9GnoN8cCE1rsdXDP5/s400/Puente.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
Quiero dirigirme especialmente a mis tíos y tías, primos y
primas y a algunos viejos amigos y conocidos que actualmente se identifican con
el chavismo, y me atrevo a hacerlo porque sé que son genuinos y honestos, y no
tarifados ni "enchufados"...<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Yo entiendo lo que representó el fallecido presidente Chávez
para ustedes, porque sé que su discurso sabía colarse entre las buenas personas
que creen en la igualdad y en la inclusión social, aunque en la realidad se
quedó, a mi modo de ver, en el simple discurso. Pero en todo caso, quizá, ya eso
quedó en el pasado porque él ya no está. Murió, lamentablemente, porque pienso
que merecía otro final...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Lo que me interesa es buscar en ustedes la verdad, y me baso
en el hecho de que los conozco, sé de sus principios y valores, tanto
individuales como familiares, sé de su amor por la vida, por el trabajo, por
este país, y porque sé que creen en DIOS...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Y porque sé esto, no logro entender por qué ahora apoyan y
aúpan la idolatría a falsos dioses; por qué siguen a unas personas que se
suponían eran los verdaderos responsables de los innumerables y repetidos
desaciertos del gobierno; por qué suscriben el secretismo y las mentiras con
que fue manejada la enfermedad y muerte del presidente; por qué protegen
manifiestos actos de corrupción, peculado, malversación de los recursos
públicos; y sobre todo, lo más importante, por qué creen que el país puede
mejorar con las mismas personas que lo han gobernado en los últimos 14 años,
dejando un saldo en contra de hampa desatada e impune, desabastecimiento,
devaluación de la moneda, pésimas políticas sanitarias, pobreza y marginalidad
-aun con enormes ingresos petroleros- y, principalmente, división y odio entre
compatriotas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Familia, amigos: apelo a su buen juicio y sobre todo a que
sé que son buenas personas. Es el momento de reconciliarnos como hermanos que
somos, que debemos querer lo mejor para todos y por ende, para nuestro país.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
No sólo es por nosotros... ¡es por nuestros hijos! ¡Un
abrazo!<o:p></o:p></div>
Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-82750029159113572662012-10-05T14:03:00.000-07:002012-10-05T14:03:08.527-07:00El país reclama<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvX0ZodHmC0k44S6rdsDU6SCAxfizw5KffXFTMz09Z7b9EpMQeHWrv11yIcbmt7vVspqeoXxKnXnZdkEr8HLxFa9LNUyDUm46s7_6-qjvw_PkoC4WHnhBmhLL-Xt2w0vnq_OQ3952l/s1600/chavez+y+capriles.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvX0ZodHmC0k44S6rdsDU6SCAxfizw5KffXFTMz09Z7b9EpMQeHWrv11yIcbmt7vVspqeoXxKnXnZdkEr8HLxFa9LNUyDUm46s7_6-qjvw_PkoC4WHnhBmhLL-Xt2w0vnq_OQ3952l/s1600/chavez+y+capriles.jpg" /></a></div>
<div class="MsoNormal">
<span class="usercontent"><span lang="ES" style="font-family: "Tahoma","sans-serif"; mso-ansi-language: ES;"><i>Por Luis Miguel Andrade Fernández</i></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span class="usercontent"><span lang="ES" style="font-family: "Tahoma","sans-serif"; mso-ansi-language: ES;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span class="usercontent"><span lang="ES" style="font-family: "Tahoma","sans-serif"; mso-ansi-language: ES;"> Hace catorce años publiqué en un
diario regional un artículo llamado EL PAÍS RECLAMA, movido entonces por la
frustración, la rabia, la impotencia y la tristeza de ver cómo mi país era
dirigido por una clase de políticos, que yo creía que eran corruptos y
desalmados, que robaban y estafaban los sueños de los venezolanos, y justamente
por eso se dio impulso a una clase de líderes "antipolíticos",
supuestamente libres de todos los vicios del pasado... Y muy probablemente en
los primeros había efectivamente personas corruptas y desalmadas, que
merecieron haber sido juzgadas y condenadas y que no lo fueron. En lugar de
ello, para apoyar a la antipolítica, se reivindicó la subversión y se condenó a
la democracia...</span></span><span lang="ES" style="font-family: "Tahoma","sans-serif"; mso-ansi-language: ES;"><br />
<!--[if !supportLineBreakNewLine]--><br />
<!--[endif]--><span class="usercontent"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span class="usercontent"><span lang="ES" style="font-family: "Tahoma","sans-serif"; mso-ansi-language: ES;"> Yo escribía "...el país
reclama que sus hombres saquen la cara por él...". Ha pasado el tiempo, he
crecido, he madurado y he visto cómo se han vulnerado hasta los principios más
elementales del sistema democrático; he visto cómo se ha malgastado el dinero
de la nación (mucho más que aquellos famosos 250 millones de bolívares de antes);
he visto cómo el sistema de salud se ha deteriorado hasta lo impensable; he
visto cómo se ha querido (y logrado) dividir a los venezolanos; he visto cómo
se compran conciencias y he visto cómo se manipula y engaña deliberadamente a
un pueblo que creyó, que aún cree y que insólitamente, a pesar de todo, seguirá
creyendo... Creyendo en un discurso que es sólo eso: un discurso.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES" style="font-family: "Tahoma","sans-serif"; mso-ansi-language: ES;"><br />
<span class="usercontent"> Así que, amigos, tenemos ante nosotros la oportunidad
de frenar la caída libre que lleva Venezuela en ese barranco que se autodenomina
Socialismo del siglo XXI, sistema político en el que se enriquecen,
desvergonzadamente, personas que antes no tenía ni dónde “caerse muertos”,
según revelaban ellos mismos; un sistema avalado por figuras del deporte y la
farándula (nacional e internacional) A PESAR de ganar salarios en moneda
extranjera, vivir fuera del país y gozar de beneficios no destinados al resto
del soberano; un sistema en el cual conocidos, amigos y familiares justifican
medidas de represión hacia estudiantes, persecución a los gremios (como a los
médicos), cierre de canales de TV, presencia de “focas” en la Asamblea
Nacional, el TSJ, la Fiscalía, etc, etc; y un país del cual muchos, incluyéndome, hemos pensado
seriamente (otros sí lo materializaron) emigrar...</span><br />
<!--[if !supportLineBreakNewLine]--><br />
<!--[endif]--><span class="usercontent"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span class="usercontent"><span lang="ES" style="font-family: "Tahoma","sans-serif"; mso-ansi-language: ES;"> Entonces, pienso, hoy el país
reclama mucho más que hace catorce años. Reclama que tú, que yo, que todos
saquemos la cara por él. En nosotros está decidir el camino que tomará
Venezuela, el camino por donde nuestros hijos caminarán. Si en verdad los
países progresan, entonces ¡que la búsqueda del progreso sea nuestro norte!</span></span><span lang="ES" style="font-family: "Tahoma","sans-serif"; mso-ansi-language: ES;"><br />
<span class="usercontent">¡POR FAVOR, VOTA!<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;">
<br /></div>
Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-53453031215167768412012-04-13T18:53:00.004-07:002014-06-23T13:24:39.206-07:00Resaca con Blue Label<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQPQ8iPOagHr_uqjmNsbG_z4ZqI-0_BWn0Fsd1szN1j3Hqls_lkrFoOr6av_E84C3-hz23btw9jblfw8fpeOWNHfNs2H_iHO8he-bh50NxzFxNkR4NwFvC3tzbCNhhN1zIhp34CZKF/s1600/blue+label.jpg" onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}"><img alt="" border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQPQ8iPOagHr_uqjmNsbG_z4ZqI-0_BWn0Fsd1szN1j3Hqls_lkrFoOr6av_E84C3-hz23btw9jblfw8fpeOWNHfNs2H_iHO8he-bh50NxzFxNkR4NwFvC3tzbCNhhN1zIhp34CZKF/s400/blue+label.jpg" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5731071351216522066" style="cursor: hand; cursor: pointer; float: right; height: 320px; margin: 0 0 10px 10px; width: 220px;" /></a><br />
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Tarde llegué al banquete con <i>Blue Label / Etiqueta Azul</i> (Eduardo Sánchez Rugeles, 2010). Necesité una apendicitis y un reposo postoperatorio para retomar -o sea, re beber- la lectura que hacía unos meses había comenzado con avidez pero que tuve que interrumpir por razones seguramente absurdas. Me acerqué con inocencia a la botella y empiné los codos sin prever que, a pesar de su noble talante y los 21 años de añejamiento, me produciría una resaca casi letal.</span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Ya el mismo autor ha relacionado su novela con <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Piedra de mar</i>, de Massiani. Cuarenta años después <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Blue Label</i> logra recrear la manera de hablar del adolescente caraqueño del siglo XXI, que no es otra cosa que la acabada expresión de una manera de ver y sentir el contexto en el cual vive. Ese habla coloquial imbuido de groserías, anglicismos y formas propias, es no sólo la manifestación de una idiosincrasia, sino de una manera particular de entender el mundo y <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>las relaciones con sus pares: “Tirar con Titina es como jugar dominó, ver televisión o ir al cine. Si estamos ladillados tiramos, cero peo. Los dos tripeamos, nadie se enamora y cada quien agarra por su lado. Es una relación sana”, revela el iconoclasta Luis Tévez. Igual que Massiani, el logro de Sánchez Rugeles no es incluir un glosario de imposturas juveniles, sino el de haber calcado, con naturalidad y fino humor, las formas de pensar, ser y percibir de un heterodoxo y heterogéneo grupo de jóvenes recién salidos y por salir del bachillerato.</span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">La Venezuela de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Blue Label</i> es la de la llamada revolución bolivariana. Ese es el telón de fondo de las vidas de Eugenia Blanc, Luis Tévez, Vadier, Titina, Mel Camacho. Sus desgastadas carreteras y sus pueblos espectrales forrados de propaganda chavista son el espacio por el cual discurre el viejo Fiat Fiorino blanco que guía el periplo de Eugenia –narradora protagonista de la novela- hacia su abuelo francés: hacia la última esperanza de ser francesa e irse definitivamente del país.</span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">En esa Venezuela se erige el whisky Blue Label (Johnny Walker) como un emblema del esnobismo y, particularmente, del nuevorriquismo propio de quienes ascienden socialmente por vías expeditas. (Alguna vez me comentó el profesor Orlando Albornoz, en medio de una entrevista, que esa cosa de llevarle la cuenta de los años al whisky era muy venezolana, y que en Londres, por ejemplo, la gente se contentaba con pedir en la barra un escocés). De ahí viene el nombre del libro, del ostentoso grito del “impresentable” tío Germán, ataviado con “cholas, gorra de Misión Ribas, short floreado, franela de Pdvsa”: “Aquí se bebe Etiqueta Azul”.</span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">El país de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Blue Label</i> es, por lo tanto, el del conflicto y la violencia. Cuando Eugenia presencia en el Centro Comercial San Ignacio una emboscada con forma de cacerolazo y estrangulamiento a una diputada –probablemente Cilia Flores-, no puede evitar sentir cierto placer pero también una cosa parecida al espanto o al desprecio, que la lleva a hacer la apátrida sentencia del desarraigo, del que se sabe sin lugar, sin raíz, ajeno, distinto: “Es la verdad, tengo que irme de esta mierda”. Sentencia que algunos hemos proferido, a media voz o a todo pulmón, una tarde de toque de queda tácito o una mañana al ver la noticia del periódico o después de recibir una llamada fatal.</span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Hasta ahora he eludido, torpemente, la causa directa de mi resaca. Lo que ocurre es que, por un lado, lo más doloroso es aquello que cuesta poner en palabras y, por otro, que sobre lo que más conmueve de la novela no es mucho lo que pueda decirse sin estropearla a los ojos de quien no la haya leído todavía. En todo caso puede decirse eso, que la novela de Sánchez Rugeles es una novela dolorosa, aunque muy divertida casi todo el tiempo (el filoso humor es una constante, ya sea en el ingenio o la solemnidad de sus personajes, la peculiaridad de las situaciones o las referencias a la cultura pop nacional). El desarraigo cataliza la melancolía en quienes nos toca directamente, pero son otras cosas del relato, sus hilos secretos, su música (su Bob Dylan), lo que termina por devastarnos y dejarnos golpeados e insomnes al cerrar el libro, con la ardiente sensación de un trago en las rocas que en vez de refrescar, corroe el esófago. Puede decirse, también, que sobrecoge la hondura y la fugacidad –tratadas de forma magistral por Sánchez Rugeles- de los momentos y personas que pueden dejar una huella perenne en nosotros, sobre todo en la adolescencia, esa intensa y medio oscura etapa de la vida. “El infierno es la memoria”, nos dice en el futuro, con tanta razón, una Eugenia treintañera.</span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: inherit; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Con esta novela uno constata que su autor está conectado perfectamente con el espíritu de la época, pero también con esa instancia más universal e intemporal llamada alma humana. He ahí, a mi juicio, el gran valor de <i>Blue Label / Etiqueta Azul</i>. A pesar de todo, del dolor de cabeza, la náusea y la deshidratación… ¡salud!</span></div>
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<span style="font-family: "; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"> </span></div>
Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-18579728809097023662011-07-11T19:06:00.000-07:002011-07-11T19:40:38.057-07:00Cuando se abandona un blog...<div style="text-align: left;">Cuando se abandona un blog es como cuando se deja a un niño huérfano, o a un perro sin amo… O tal vez, para ser menos dramáticos, es como cuando se renuncia al kárate, al gimnasio o a las clases de piano. Sí. Puede que la cosa se parezca<span style="mso-spacerun:yes"> </span>a ese tipo de renuncias, presuntamente reversibles. Presuntamente.</div> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">En mi caso ya se está haciendo casi recurrente: termino alejándome de las cosas que más quiero y no llego a saber por qué. <span style="mso-spacerun:yes"> </span>Eso cansa y duele.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">A veces nos pasan cosas que nos sacuden hasta la perplejidad. P</span>erdemos seres que amamos, se van de nuestras vidas y nos quedamos desnudos, abandonados, boquiabiertos. A veces, mientras flotamos con los brazos extendidos y las piernas extendidas, como crucificados en el mar, de frente al cielo, recibiendo la tibia caricia del sol, justo cuando a los oídos sólo nos llega un suave rumor de mar, respiración y latido, en ese momento, justo ahí, a veces llega una ola inmensa que nos sacude y revuelca. Nos golpeamos la cabeza con una piedra, nos raspamos las piernas, pisamos un erizo, tragamos arena y sal, un palo nos roza y se clava en el pecho, y seguimos agua abajo, revolcados. En algún momento, con algo de suerte, saldremos a la superficie, a respirar aire y no agua. Tal vez sea preciso impulsarse y nadar hacia arriba, de tan hondo que hemos tocado. Tal vez.</p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">Ningún revolcón de ola justifica el abandono del blog. No es mi intención justificar el silencio (entre otras cosas porque el silencio no es algo sobre lo que uno deba apenarse o presentar excusas). Al contrario. El revolcón que me hizo callar también me lleva a escribir. Y eso tal vez quiere decir que lo estoy pasando. El revolcón, digo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">Cuando se abandona un blog se hace sin saberlo muy bien. Pero hoy he sentid</span><span lang="ES-VE" style="mso-ansi-language:ES-VE">o la necesidad de hacer un intento por rescatarlo de ese cementerio de elefantes que ocupan los miles de millones de blogs muertos, de palabras jamás leídas, de gavetas imaginarias y papeles empolvados. He decidido reanimarlo, y reanimarme. Esto no es la promesa de un regreso mediocre o triunfal. Es apenas un post, un</span> derecho de palabra. Sólo eso.</p><p class="MsoNormal"><br /></p><p class="MsoNormal"><span class="Apple-style-span" style="color: rgb(0, 0, 238); -webkit-text-decorations-in-effect: underline; "><img src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCNAhzHsIXorMOUM5RDbUgBdrvcHGpRLddNp58mslH0gM-Pupgw5jNJT_DCyK3VzsHXDwj8cTKCgTFfDVaSUrg0aHoBVlk_EIfPI8wVCVyhgtAFdSPTjyZBM78-rl0V3U4l3Y8MTRD/s400/la+ola.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5628285060037059266" style="display: block; margin-top: 0px; margin-right: auto; margin-bottom: 10px; margin-left: auto; text-align: center; cursor: pointer; width: 275px; height: 183px; " /></span></p>Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-28589693385973833562010-09-23T08:15:00.000-07:002010-09-23T08:54:36.384-07:00Reportear para el placer<div><div><strong>Una tímida aproximación al "periodismo literario", "la literatura periodística", viceversa y todas las anteriores</strong><br /></div><br /><div> </div><div align="right"><em>Lo literario es una categoría a la que se accede..<br /></em><em>Esto indica que se "sube" hasta ella, y yo quiero,</em><br /><em>al escribir, quedarme donde estoy, no "levantarme".</em><br /><em>Por eso me irrita "hacer literatura".</em><br /><em>¿El asunto no es más bien "bajar"?</em><br /></div><div align="right"><strong>Rafael Cadenas, Anotaciones, 1983.</strong></div><br /><br /><div><br /><br /></div><br /><br /><p align="left"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiJ0hNYRreuEvlBmLXbKP3RoqxpFNv39NuPEKF5SlsnHJwrR-u8ZuEA_4dHOzqsHCcOc-OT2z9f59wEY6eB9H-FchetYdeuiybUtqZMhjMf-oSVHqyDJ_F9TKhiDa-EifG_OYRP8uv/s1600/periodismo.bmp"><img style="MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 222px; FLOAT: right; HEIGHT: 167px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5520133738383606194" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiJ0hNYRreuEvlBmLXbKP3RoqxpFNv39NuPEKF5SlsnHJwrR-u8ZuEA_4dHOzqsHCcOc-OT2z9f59wEY6eB9H-FchetYdeuiybUtqZMhjMf-oSVHqyDJ_F9TKhiDa-EifG_OYRP8uv/s320/periodismo.bmp" /></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiJ0hNYRreuEvlBmLXbKP3RoqxpFNv39NuPEKF5SlsnHJwrR-u8ZuEA_4dHOzqsHCcOc-OT2z9f59wEY6eB9H-FchetYdeuiybUtqZMhjMf-oSVHqyDJ_F9TKhiDa-EifG_OYRP8uv/s1600/periodismo.bmp"></a></p><div>A veces definir no sirve para nada: no hace falta saber qué significa el amor cuando basta con sentirlo; tampoco es necesario conocer el concepto de guerra cuando basta y sobra con vivirla segundos apenas, tampoco el de pobreza o el de despecho. Sin embargo, otras veces urgen las definiciones. Tal vez sea necesario, por ejemplo, un tímido intento que nos lleve a tener una idea, aunque sea vaga, acerca de aquello que se ha convenido en llamar –quién sabe si con acierto- periodismo literario.<br /><br />No es poco lo que se ha dicho sobre las afinidades y divergencias entre el periodismo y la literatura. Se sabe del rol que, desde la Ilustración, ha jugado la prensa escrita -y el periódico- como vehículo de ideología y expresividad. Se conoce el aporte de aquellas crónicas de Darío, Martí, y Gutiérrez Nájera –aquella “literatura bajo presión”- que dieron forma al modernismo como movimiento literario. También es consabida la polémica que, por los años sesenta del siglo pasado, levantaron los periodistas –Tom Wolfe y compañía- que acuñaron la nomenclatura del “Nuevo periodismo”, en medio del prurito de los cultores de la doctrina de la objetividad, por un lado, y del descontento de los escritores reacios a aceptar “intrusos” en el Olimpo literario, por otro.<br /><br />Para desarrollar esta tímida aproximación habría que empezar por un sutil cuestionamiento del concepto y una breve revisión del asunto de fondo. Advierte María Fernanda Palacios que “una preocupación excesiva por la ‘comunicación’ y la ‘información’ ha empobrecido nuestra experiencia de la lengua y –agrega- un habla estereotipada es hoy patrimonio de los tecnólogos, los periodistas y los intelectuales” (Sabor y saber de la lengua). En la misma dirección apunta Carlos Monsivaís cuando acusa que la tecnificación del periodismo comienza en nuestras aulas: “En la enseñanza de la comunicación pasan a tercer término, si les va bien, la información literaria y el deseo de escribir bien. Informar ahora es usar a fondo la tecnología, no el idioma, y las ventajas de la inmediatez extrema ocupan todo el espacio. Se pierde, si lo hubo, el interés específico por la escritura. Se debilita la ambición de poseer un lenguaje variado y con matices” (“¿Qué es escribir bien?”).<br /><br />Empezaríamos diciendo, entonces, que lo que más debe importarnos al momento de definir el “periodismo literario” que hoy nos toca ejercer no es otra cosa que el trabajo a fondo con el idioma. Contribuir con la “quiebra de la lengua” es –que no nos quepa la menor duda- la negación del oficio periodístico. El trabajo con el idioma es ese que, según Martí, debe ser “matemático, geométrico, escultórico”. Todo periodismo –más aún el que tenga complejo de literatura- está obligado a trascender ese “habla estereotipada” y reivindicar esos “matices” extraviados.<br />“En las palabras –nos dice Martí-, hay una capa que las envuelve, que es el uso: es necesario ir hasta el cuerpo de ellas. Se siente en este examen que algo se quiebra, y se ve lo hondo. Han de usarse las palabras como se ven en lo hondo, en su significación real, etimológica y primitiva, que es la única robusta, que asegura duración a la idea expresada en ella” (Crónicas). Quitar la capa y llegar a ese cuerpo, usar las palabras como se ven en lo hondo, es lo único que garantiza esa otra vigencia que no es la de los hechos. ¿Por qué se sigue leyendo “El puente de Brooklyn” si no es por la calidad de esas palabras y de esas imágenes? Un periodismo concebido para ser leído –que no para ser engullido- debe procurar el cuidado artesanal de la palabra y, más aún, debe estar esmerado en devolverle al idioma el color y el sabor que la cultura de masas se empeña en opacar.<br /><br />De ahí que un periodismo que se precie de “literario” debe transpirar un estilo. “En cada artículo debe verse la mano enguantada que lo escribe, y los labios sin mancha que lo dictan”, sugiere Martí. Esto es, un periodismo con voz, con tono propio. Nada de esto puede confundirse con el embellecimiento de la palabra, la afectación o el divismo de un yo megalómano, pues nada más ajeno al periodismo literario, cuyo punto de partida lo constituyen el respeto por el idioma y el compromiso con la realidad.<br /><br />De forma recíproca, el uso respetuoso del idioma tiene como correlato la gratitud y la gratificación del lector. Aun cuando muestre una cara horrenda de la humanidad, el buen periodismo literario siempre genera placer en ese lector que agradece ser agradado. Pues, así como es improbable una literatura sin juego ni goce, del mismo modo es inviable un periodismo exento de esa fuerza que tiene lo lúdico.<br /><br />Ahora bien, el placer es sólo una parte –constitutiva, eso sí- de su esencia. Lo demás viene dado por la capacidad de contar historias con sensibilidad e inteligencia: de profundizar en la psique del hombre y de ir al fondo de las situaciones.<br />Todo esto pasa por ampliar el sentido convencional de la realidad. La realidad es mucho más amplia y compleja que un montón de cifras, está más cerca de nosotros que lo espectacular y abarca la imaginación. Este tipo de periodismo trasciende el dato para internarse en lo humano, y asirse del filón extraordinario de lo aparentemente ordinario. El buen periodista, como el buen poeta, sabe poner su ojo en lo aparentemente intrascendente, lo que está en los trastos, en los escombros, detrás de la noticia. Esto lo dice mejor Alberto Salcedo Ramos, periodista colombiano, con una imagen elocuente: “Muchos reporteros siguen pensando que el número de muertos es lo único cierto y relevante de un accidente aéreo. ¿Y qué hacemos, por Dios, con ese libro contrahecho que apareció entre los escombros del desastre, y cuyo título inquietante era El último vuelo?” (“Las dos habitaciones de la casa”). Ante eso, un periodista no pueda voltear la mirada. Sencillamente no puede evadir la responsabilidad de contar la historia a la que tiene acceso. Si lo hace bien o mal, si merece o no inscribir su nombre con letras doradas en el parnaso, será juicio de la comunidad de lectores.<br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjoE19N6HpERB9K19r0o5exSh9ohwMlqVHtNaGpGJ-PZ1UQ9tJL6qWwdNcebuxmQO9ex79azRgqVHn7P4y_ykYSaRj-PlJZjQLAORDYbKw5yHnzJdxbFAY_14HqxX5TpxswfG162Op/s1600/periodismo3.bmp"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 225px; FLOAT: left; HEIGHT: 225px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5520136900144942482" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjoE19N6HpERB9K19r0o5exSh9ohwMlqVHtNaGpGJ-PZ1UQ9tJL6qWwdNcebuxmQO9ex79azRgqVHn7P4y_ykYSaRj-PlJZjQLAORDYbKw5yHnzJdxbFAY_14HqxX5TpxswfG162Op/s320/periodismo3.bmp" /></a><br />¿Y qué, si no es buscar en los escombros, es lo que hace Truman Capote al fijar su mirada en una noticia de 2.000 caracteres sobre el asesinato de una familia habitante de un modesto pueblo del lejano estado de Kansas? El hecho es sólo un punto de partida. Gracias a una investigación exhaustiva, Capote reconstruye esa historia –y tantas otras que se derivan- para darle a sus lectores una “novela de no ficción” que habla de ese crimen y de todos los crímenes a la vez. Lo mismo hace García Márquez cuando traza una radiografía del conflicto social de una Colombia gobernada simultáneamente por el Estado, la guerrilla y el narcotráfico, o cuando nos cuenta la hazaña de un cineasta expatriado que, con otro nombre y otro rostro, se cuela en su Chile natal para filmar un documental en tiempos de Pinochet. ¿O qué hace Kapuscinski cuando se interna en la cotidianidad de los pueblos africanos si no es darle una dimensión más justa a sus procesos históricos a partir de las comunidades? Ellos van más allá de lo evidente. Indagan. Se llenan de barro, se sumergen y vuelven con los detalles.<br /><br />Earle Herrera es enfático al señalar que en este tipo de periodismo “no se escribe ‘la muchacha gritó’ sino que el grito está en la escritura, estalla en la página” (“El reportaje, el ensayo”). Son los detalles de una historia particular los que pueden dar cuenta cabalmente de un asunto general. Tomás Eloy Martínez lo refería de modo muy claro: “Cuando leemos que hubo cien mil víctimas en un maremoto de Blangadesh el dato nos asombra, pero no nos conmueve. Si leyéramos, en cambio, la tragedia de una mujer que se ha quedado sola en el mundo después del maremoto y siguiéramos paso a paso la historia de sus pérdidas, sabríamos todo lo que hay que saber sobre ese maremoto y todo lo que hay que saber sobre el azar y sobre las desgracias repentinas”(“Periodismo y narración”) . ¿Cuántas historias no dejó el deslave de Vargas? El periodismo literario puede partir del asombro, pero no se conforma con asombrar; su esencia expresiva persigue conectarse con el alma del otro. Es importante informar y comunicar, sí, pero si no se roza el misterio, si no se mueve en el lector otras fibras menos cognitivas e intelectuales, entonces no se ha logrado nada.<br /><br />Más allá del talento y la disciplina que exige, el periodismo literario es emoción. Cómo contar, si no es desde la emoción y con emoción, la historia de unos mineros sepultados 700 metros bajo tierra que, tras dieciocho días de silencio, logran decirle al mundo que están vivos con un mensaje escrito con tinta roja y pulso vivo: “Estamos bien en el refugio, los 33”. Intentemos prever ahora el testimonio que llevarán esos mineros chilenos cuando salgan a la superficie luego de haber vivido cuatro meses en el inframundo, como sometidos a un experimento de los dioses. ¿Cómo serán esas emociones?, ¿cómo serán esas imágenes?<br /><br />A propósito de las imágenes, Salcedo Ramos lanza esta denuncia dirigida a los escritores: “deben dejar de comportarse como si fueran los únicos dueños de la posibilidad de construir imágenes, crear atmósferas, utilizar escenas, manejar el punto de vista y hacer sentir su voz personal en el relato”. Los periodistas no sólo somos capaces de construir imágenes y todo lo demás, sino que somos corresponsables directos en la arquitectura del imaginario colectivo, y eso es una oportunidad que hay que saber aprovechar. El periodista tiene que usar la imaginación en tiempos en que ésta ha quedado, al decir de María Fernanda Palacios, “relegada al jardín de infancia, a las clínicas psiquiátricas o a los talleres de poesía”. No se trata de inventar nada –no puede haber voluntad ficcional-, sino de recuperar el valor metafórico de la realidad. ¿Cómo? A través de la lengua, que es la única materia con que trabaja el periodista.<br /><br />De ese modo, recobrando las imágenes de la realidad y del idioma, el periodismo literario subvierte el status quo con creatividad; se rebela frente al largo tiraje de una prensa que, con sus cápsulas informativas, suele caer en el vicio de dirigirse exactamente a quien no lee. Gracias al poder liberador de la lengua, las voces que resuenan en el periodismo literario son, justamente, las que se rebelan ante el poder político, económico y mediático, para hablarle al mundo acerca de lo real, eso que está debajo del artificio y que a veces se empeña en ignorar.<br /><br />El periodista nunca cierra la ventana que da al patio de lo real. Su trabajo está signado por la referencialidad y temporalidad. Es decir, se refiere a algo concreto en el ámbito real que, a su vez, pertenece al presente, a lo actual. Pero a veces ocurre que, como sugiere Susana Rotker, cuando con el paso del tiempo se pierde la significación inmediata de la obra, se revela el valor propiamente literario del texto. De este modo, reflexiona Rotker, “aceptar una literatura que incorpore no sólo la referencialidad, sino también la temporalidad, en términos de la actualidad de lo narrado, implicaría considerar la formación de una literatura que es también la historia que se está haciendo” (“La creación de otro espacio de escritura”). El periodismo literario es, ciertamente, la historia en movimiento: la huella progresiva del tiempo que transcurre, dibujada con trazo firme.<br /><br />Así, este periodismo está regido por el equilibrio entre la veracidad ética y la conciencia de escritura o, mejor, por la resolución de esa tensión. “Las historias que cuenta un buen cronista quizá parezcan cuentos –señala Salcedo Ramos-, pero deben ser reales. Han de tener la verosimilitud estética de la literatura y la veracidad ética del periodismo. Siempre y cuando ese imperativo quede claro, los dos oficios pueden convivir sin caer en el incesto”. En resumidas cuentas, las historias de los periodistas literarios tienen que ser verdaderas; no hay alternativa.<br /><br />Por otra parte, pese al recelo que algunos escritores tienen con respecto al humor, tengo la impresión de que el periodismo que apela a este recurso corre el “riesgo” de convertirse en literario. Basta releer al Martí que, en su crónica sobre “Coney Island”, advierte no sin un dejo satírico que “para el norteamericano es materia de gozo positivo, o de dolor real, pesar libra más o libra menos” (Crónicas), o al Cabrujas que en una modesta crónica sobre la ineficiencia del servicio eléctrico en Caracas, asegura que su electricista es “un hombre acostumbrado a vivir en la posguerra, porque aquí, después de la Batalla de Carabobo, todo ha sido, en realidad, posguerra” (“El poste” en El mundo según Cabrujas). Basta leer eso para constatar que a través del humor, el periodismo trasciende su función informativa al escrutar la realidad, al interpretarla y al proveerle placer –por más amargo que sea- al lector. Pues, si bien el humor implica un acto de crítica y reflexión, su faceta original tiene que ver más con lo orgánico, con la sensibilidad. <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmbtfpQ1MP2a0HnKMpTnXOa0fIZYv5kpjoxSFRccTTnGrwfKA1tUMdSvErCNtChwVuu0ZZVmrs0hPrIY5VKme_uEw3tgel4g0VhQMGKekzIbiLV4XaiIHgXBb6SN26uojEHO2zCFiH/s1600/periodismo2.bmp"><img style="MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 183px; FLOAT: right; HEIGHT: 205px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5520137278514090418" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmbtfpQ1MP2a0HnKMpTnXOa0fIZYv5kpjoxSFRccTTnGrwfKA1tUMdSvErCNtChwVuu0ZZVmrs0hPrIY5VKme_uEw3tgel4g0VhQMGKekzIbiLV4XaiIHgXBb6SN26uojEHO2zCFiH/s320/periodismo2.bmp" /></a><br /><br />Cabrujas nos regala una definición más exacta del humor: “es inevitablemente otra manera de amar, de pedir calma, de evadir el grito, el insulto, de soslayar la furia estúpida y ciega. Y mira, quizás sea ésa la definición más acertada que se le puede conceder al humorismo: la de un raro, aunque extraordinario, acto de amor”. Un periodismo conectado con el alma es, también, un oficio apasionado por la condición humana, por terrible que a veces sea. Frente al insulto y la furia, un periodismo esmerado en el lenguaje se inclina por el humor, por la ironía, pues ésta es tal vez la máxima expresión posible de la conciencia del lenguaje.<br /><br />No quisiera culminar sin antes mencionar un par de cuestiones prácticas. El campo del periodismo literario no es demasiado amplio en los medios de difusión tradicionales, y publicar un libro es menos fácil de lo que parece. Por otra parte, al contrario de lo que muchos periodistas opinan, considero que los medios electrónicos –y la web 2.0- ofrecen valiosas posibilidades para el ejercicio del periodismo literario, sobre todo para nosotros, los inéditos e inexpertos, quienes podemos verter sobre nuestros blogs –medios de los cuales somos nuestros propios jefes- esas mirada paralela que, quizás, no podemos exponer en los medios de comunicación en los que trabajamos. Hay que seguir el consejo del maestro Kapuscinski, y mantener ese “doble taller”: hacer lo que nos mandan y satisfacer las propias pulsiones. Cuesta trabajo, afortunadamente.<br />Los temas y, sobre todo, los enfoques son infinitos. Más aún en una ciudad como Caracas, en la que cada esquina guarda historias secretas. Sólo hace falta tener los sentidos dispuestos, investigar, acaso centrar la mirada en aquello que es ignorado, invisibilizado o simplemente desestimado. Como advierte Martí, convencido de que no hay hechos menores: “en la fábrica universal no hay cosa pequeña que no tenga en sí todos los gérmenes de las cosas grandes”. En lo aparentemente intrascendente están muchas de las respuestas que buscamos.<br /><br />Pongo por caso el tópico de la burocracia estatal. Siendo un problema de consecuencias inconmensurables en Venezuela, tiene también un costado humorístico y, por tanto, nos ofrece –nos pone en bandeja de plata- la posibilidad de reír de ella, que no es sino reírnos de nosotros mismos, al menos parcialmente. Los periodistas podemos ver al monstruo desde otro punto de vista, no para ridiculizarlo, sino para sacudirnos y rebelarnos contra su fortaleza. El costado humorístico de la burocracia estriba, probablemente, en el absurdo, el sinsentido expresado en esa larga lista de colas inexplicables, planillas estrambóticas, carpetas ilógicas y requisitos insólitos. En este punto, el periodismo puede tener un efecto catártico en la medida en que el periodista drena sus pequeñas desgracias en clave de humor, mientras el lector se divierte con la desgracia ajena que es, también, un poco la propia.<br /><br />“Lo literario es una categoría a la que se accede –nos dice Cadenas-. Esto indica que se “sube” hasta ella, y yo quiero, al escribir, quedarme donde estoy, no “levantarme”. Por eso me irrita “hacer literatura”. ¿El asunto no es más bien “bajar”?” Sí, el asunto es más bien bajar. No podemos escribir pensando en “hacer literatura” porque ese no es nuestro compromiso; eso llega por añadidura, si es que llega. Cuando se acomete un trabajo periodístico el compromiso no es alcanzar estatus de literaturiedad, ni hacer obras de arte. Se trata de narrar historias de interés humano y social, dar voz a los que no la tienen usualmente, dar detalles de lo común.<br />Intentar hacer periodismo llamado literario, en fin, no es otra cosa que intentar hacer un periodismo sin apellidos ni pretensiones: honesto, humilde y sensible, comprometido con la realidad y con el idioma. Un oficio sin artificios, ni brillos innecesarios, con respeto profundo por la fuente y por la lengua. Claro que el asunto es “bajar”: no se trata de un periodismo de altura, sino de un periodismo a ras de tierra. No es un periodismo dominado por las emociones, pero sí edificado sobre ellas. Es un periodismo que termina en el placer del lector, en el gesto cómplice que delata el gusto con que recibe las letras que tiene ante sus ojos, incluso cuando ellas lleven temblorosamente “exactitudes aterradoras”.<br /><br />Culmino, entonces, con un poema del propio Rafael Cadenas que, como sugiere Moraima Guanipa, debería estar en las puertas de todas las escuelas de periodismo: Ars poética.<br /></div><div><br /><strong>Ars Poética</strong><br />Rafael Cadenas<br /><br />Que cada palabra lleve lo que dice.<br />Que sea como el temblor que la sostiene.<br />Que se mantenga como un latido.<br />No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es.<br />Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir<br />verdad.<br />Seamos reales.<br />Quiero exactitudes aterradoras.<br />Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis<br />palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.<br />Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame<br />la impostura, restriégame la estafa.<br />Te lo agradeceré, en serio. Enloquezco por corresponderme.<br />Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.</div></div>Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-60799240959577995922010-07-25T22:35:00.000-07:002010-07-25T22:53:49.323-07:00Hermano: combate y destino<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnO6lu13JaQH0p6unFYxL0GhO0v6eikPSBWtfSQtOZPGKtipDwhgOol4HeJCibDjZJ25irYWl_cZbZwphP-zhQaR0bzl8v-SV8Kx_K_p8nQH8KQ5Uxha7GCwmVppcmaDSbXgXfYmkz/s1600/Hermano+afiche.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 224px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgnO6lu13JaQH0p6unFYxL0GhO0v6eikPSBWtfSQtOZPGKtipDwhgOol4HeJCibDjZJ25irYWl_cZbZwphP-zhQaR0bzl8v-SV8Kx_K_p8nQH8KQ5Uxha7GCwmVppcmaDSbXgXfYmkz/s320/Hermano+afiche.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5498086572299080818" /></a><br /><br />Estoy llegando de ver <span style="font-style:italic;">Hermano</span>, la película venezolana que se llevó los mayores premios del festival de Moscú. No podía ser de otra manera. Es cierto que escribo desde la pura emoción (todavía me huele a cotufas), pero es que sobre una película como esa no puede hablarse desde ningún otro lugar del alma.<br /><br />Son muchas las reseñas sobre el laureado film de Marcel Rasquin -y algunas son muy buenas-, por lo cual poco podría aportar yo. Pero sí quisiera compartir con algún lector que se tropiece con este blog la sola idea de que es una película sin desperdicio: excelente guión, magníficas actuaciones, buenas tomas. Hay que subrayar la solvencia técnica con la que se presenta el fútbol de calle al espectador , como combates librados en medio de la polvareda, que nos hacen pensar lo mismo en gladiadores romanos que en vaqueros de westerns. Excelentes movimientos de cámara que exaltan el carácter genuinamente épico del fútbol.<br /><br />Quiero aplaudir el tratamiento del barrio y de lo social. Agradecemos la ausencia del melodrama y la exageración de otras películas que tratan al barrio y al malandro acaso con el ingenuo asombro del ojo aburguesado que se encuentra frente a un freak y le quiere sacar provecho. En <span style="font-style:italic;">Hermano</span> no hay realismo social: ¡hay realidad pura! “Bella y terrible a la vez”. Se muestra la propia vida de la gente del barrio en una dimensión muy justa, sin brillos ni cursilería.<br /><br />Es paradójico -aunque una paradoja reiterada en la historia del arte, pues no en balde el Siglo de Oro del teatro español es la época de un imperio decadente- que el cine venezolano alcance este nivel a partir, precisamente, de la miseria de un país fragmentario y una ciudad desestructurada y hostil. Sin pretensiones de ningún tipo, la película muestra lo que somos y de qué estamos hechos (qué ocultamos), pero, sobre todo, muestra la historia de un amor fraternal que implica decisiones y sacrificios en el camino hacia la redención, en la esperanza de salvarse: el destino, el dolor, la muerte, la venganza, tópicos de una auténtica tragedia que tiene como escenario a Caracas, como protagonistas a dos hermanos apasionados (extraordinarios actores), y como pretexto al Caracas Fútbol Club.<br /><br />En fin, lo que quiero con este comentario es lograr que si algún lector se encuentra con mi blog y aún no ha visto <span style="font-style:italic;">Hermano</span>, se decida y la vea pronto.<br /><span style="font-style:italic;"></span>Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-40651826970506733212010-07-25T21:41:00.001-07:002010-07-25T21:43:59.267-07:00Al margenA través del parabrisas apenas podía divisarse que a aquel hombre de franela harapienta y jean arremangado le faltaba una pierna. En medio del tráfico de aquella tarde nublada, él ocupaba el rayado peatonal de la esquina contraria a la mía y, mientras el semáforo contenía el brío de los motores, daba saltos entrecortados que parecían indicar un extraño desbalance. Pero la distancia impedía ver detalles.<br /><br />Minutos antes un locutor anunciaba en la radio que, tras su extensa huelga de hambre, la situación de Franklin Brito se complicaba. Es un chantajista, decía Carlos Escarrá. Es un luchador honesto, esgrimía la hija del productor. En otra emisora se hablaba de los buenos oficios de la Mesa de la Unidad, al tiempo que otra voz aseguraba que las “fuerzas progresistas de la revolución” con seguridad alcanzarían no menos de 120 curules en la Asamblea Nacional. Que fueron encontradas 80 mil toneladas de comida podrida en containers de Pdval, mientras el gobierno blande su espada contra los acaparadores de Empresas Polar, ironizaba un economista. Es imposible dejar de hacer una asociación con el ayuno de Brito y, por supuesto, con la malnutrición que muchos padecen, ya no por protesta sino por carestía. “Detuvieron a los gerentes de Pdval involucrados”, reza el titular de un resumen de noticias. “Tenemos soberanía alimentaria”, se burla un ministro.<br /><br />Entretanto, el hombre continuaba saltando sobre su única pierna y la luz aún inmovilizaba a los motores con su rojo incandescente. Este viernes le fue dictada orden de captura a Guillermo Zuloaga y a su hijo. La Sociedad Interamericana de la Prensa se pronuncia al respecto. También un relator de la ONU. Surgen preguntas: ¿La justicia es igual para todos o se afinca con el que resulta incómodo? ¿Puede hablarse de libertad de expresión plena en Venezuela?, ¿de prensa?, ¿de empresa?, ¿de salir a la calle con tranquilidad?, ¿de algo?<br /><br />La luz cambió a verde y decidí cerrar mis oídos y hundir el acelerador de forma muy lenta para contemplar al hombre. Con las manos a los lados sujetaba un mecate que, mediante movimientos sucesivos, hacía pasar sobre su cabeza, detrás de su espalda, a ras del pavimento y delante del pecho: saltaba la cuerda con su única pierna a cambio de lo que la generosidad y la confianza de los conductores pudieran brindarle.<br /><br />¿Cómo se puede tener una economía blindada cuando miles de personas no sólo viven en la calle, sino que hasta se mantienen a costa de sus propias debilidades? ¿Y qué tiene que ver la agenda mediática con ese hombre que pide limosna a cambio del espectáculo de su miseria? Nada. Porque ellos no existen, no votan y, por tanto, no importan. Son venezolanos que no alcanzan la categoría de ciudadanos. No les compete la SIP, ni la ONU, ni los batallones socialistas, ni el CNE, ni la soberanía alimentaria. No pertenecen a nada y, sin embargo, son un reflejo de todo.<br /><br />Los sucesos noticiosos son significativos. Ciertamente dan cuenta de una parte de la vida en la polis, pero sólo de una parte. Al margen de la ciudad, invisibilizado por las gríngolas de la cotidianidad o los colorines de una “fiesta democrática”, hay un indigente discapacitado que, con su doble estigma, dicta cátedra de inclusión social y nos recuerda con exactitud lo que somos mientras salta la cuerda con su única pierna.Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-39089156819503433712010-07-25T21:31:00.000-07:002010-07-25T21:40:57.910-07:00Sólo para bebedores<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsOEyXBBMHrIhAx4yurIB2Km2hZoLimf4QyYZ7xuVrDCgPNHvrLBRbbtX9YADwL6-wKYnu7yRvLjAffxEad5Bn_I82yPejLQUJ0MsAadHo9yxoJDQUAhmlKw8tIPFLkw8paSyuV2Ql/s1600/bebedores.bmp"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 301px; height: 203px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsOEyXBBMHrIhAx4yurIB2Km2hZoLimf4QyYZ7xuVrDCgPNHvrLBRbbtX9YADwL6-wKYnu7yRvLjAffxEad5Bn_I82yPejLQUJ0MsAadHo9yxoJDQUAhmlKw8tIPFLkw8paSyuV2Ql/s320/bebedores.bmp" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5498069975474608066" /></a><br />Tengo en mi memoria el vivo recuerdo de la vez que, siendo niño, en medio de una fiesta familiar, me acerqué a una botella de cerveza con mucha curiosidad. Aquella botella de cerveza Polar, tipo Pilsen, de un marrón oscuro inconfundible, ejercía sobre mí una fatal atracción. En aquel momento mi padre conversaba con otros mientras dejaba caer su brazo holgadamente –postura que creo haber heredado– y en el extremo de su mano el reluciente vidrio, transpirante, maravilloso, me hacía llamados irresistibles. No sé qué edad tenía pero acerqué mi boca al orificio, sentí ese olor que luego reconocería mil veces en el estadio de béisbol, e intenté beber algo con ayuda de la otra mano. Rápidamente mi padre se percató, lo hizo público, y sentí las miradas y risas de todos mis tíos. No recuerdo si me avergoncé o qué sé yo, pero lo único que lamenté hondamente es que no pude probar aquel líquido que suponía amarillento dado que lo había visto una que otra vez en vasos plásticos.<br /><br />Pronto logré mi primer trago de cerveza. No tengo recuerdos muy nítidos salvo la amarga y helada impresión que me causó en aquel momento. No podía encontrarle ciencia a ningún deleite en esos términos, o al menos eso creía. Sin embargo, con el pasar de los años pude capitalizar algunos tragos y me hice amigo de mendigar traguitos en reuniones familiares a mis tíos más irresponsables, o a mi papá y mi hermano mayor en el estadio de Barquisimeto, especialmente en los momentos de euforia en que Alexis Infante y Luis Sojo conectaban hits consecutivos y aparecía el batazo largo de algún pelotero importado, o incluso de Robert Pérez. Bueno, la verdad es que en esos momentos más que pedir tragos, sólo era preciso abrir la boca lo más grande que pudiera: alguna gota iba a caer acertadamente. Desde entonces, comencé a disfrutar que el equipo ganara juegos o hiciera muchas carreras –por encima de las entretenidas morisquetas de las mascotas de los equipos visitantes–, no tanto por la gloria del triunfo deportivo, sino por la pequeña gloria de ser bañado en cerveza. Honestamente, nunca he entendido a las personas que se quejan cuando las bañan en cerveza durante los juegos de béisbol. Ya no abro la boca, pero sigo disfrutándolo, al menos un poco.<br /><br />Pero la primera vez que me tomé una cerveza entera, en realidad me tomé dos. Corría el año 1998, pero todavía no había comenzado el mundial de Francia. Yo tenía once años recién cumplidos y estábamos en sexto de primaria. Once años. De acuerdo con la leyenda familiar, once años tenía mi abuelo cuando dejó de ser el niño abandonado, fumador y bebedor que era antes de tomar el camino recto de la vida –por el que llegó a convertirse en un pediatra ejemplar–. En todo caso, a los once todavía tenía esperanzas de ser un buen hombre, a partir de los doce, claro. El niño que cumplía años se llamaba Damiano y era el amigo más osado que yo tenía. Además, era un donjuancito muy precoz que en los recreos les daba besitos a las niñas y les levantaba la falda, mientras yo me ensuciaba el uniforme cazando ranitas bebés con vasitos de la cantina. Él cumplía doce y su madre compró una caja de cerveza para los amiguitos de Damiano. Me tomé una y la disfruté tremendamente. Era mi primera cerveza completa en la vida. Intuitivamente, sabía que significaba algo importante. Era toda para mí, con toda su gélida amargura, con todo su delicioso olor a fermentación.<br /><br />Tampoco recuerdo en cuánto tiempo me la tomé, pero eso sí lo atribuyo a que seguramente el etanol comenzó a surtir efecto en mi delicado organismo. De la segunda cerveza tengo aun menos recuerdos, pero sí algo de sus consecuencias. No sé en qué momento exacto empecé a dirigir miradas intensas a una niña que estaba sentada en la sala. Era una vecinita invitada, quizá un poco tímida. No lo sé, pero lo cierto es que pronto empecé a acercarme y decirle cosas y no sé qué propuestas. No logro visualizar las acciones concretas, pero al cabo de muy poco tiempo, ella estaba saliendo por la puerta principal, asustada, sin despedirse de nadie. Y yo salí tras ella. Empezó a acelerar el paso y pronto echó a correr, escapando de un niño loco que la perseguía corriendo. Un violador en potencia, pensaría. Corría despavorida hasta que llegó a su casa y no me dio oportunidades de nada. Creo que ahí detuve mi carrera y volví en mí. No sabía lo que estaba haciendo. Hubiera querido saber qué pasaba si la hubiera alcanzado. No me imagino qué hubiera hecho. Creo que nada. Mi precaria socialización sexual se limitaba a un intento de violación que me hizo una primita a los cuatro años, intento que se consumó de una u otra manera; pero no creo que estuviera pensando en eso. En eso ni en nada. Lo que había conocido tempranamente era el efecto desinhibidor del alcohol en el sistema nervioso central. Lo demás fue vergonzoso. Todavía llorando, la niña volvió a la fiesta con su mamá, quien venía a averiguar lo que pasaba. La mamá de mi amigo, un poco incrédula dada mi intachable conducta, se tuvo que acercar a mí para preguntarme. Damiano me pedía explicaciones riéndose. Hicieron que me disculpara. No tenía más opción y casi de golpe conocí al mismo tiempo el ratón moral. Ignoro si la niña se volvió a instalar en la fiesta. Más nunca la vi. No sé si hoy es una mujer normal, o me debe algún trauma. Siempre quise disculparme de nuevo y quién sabe si ganarle la carrera. La única imagen posterior al suceso que conservo es cuando, en medio de la penumbra y de la panameña sonoridad de algún predecesor del reggaetón, irrumpió en la sala el padrastro de Damiano para llevárselo porque había tomado demasiado y estaba bueno ya. Lo cargó en sus brazos y mi abatido amigo se despidió de todos con los ojos entreabiertos, una sonrisa y los dedos índice y medio de la mano derecha haciendo el emblemático gesto de la paz.<br /><br /> —¿Cuántas se tomó? –alcancé a preguntar.<br /><br /> —Ocho –contestó alguien, y constaté que era mi ídolo.<br /><br />Aquellas dos cervezas –mis humildes dos– me enseñaron que el alcohol era un placer que también relajaba los preceptos morales. Y aunque no aproveché eso para reintentar sobrepasarme con las niñas, sí reorienté esas fuerzas hacia otros tipos de socialización como la payasería. Con eso, llegué a admitir que el alcohol era divertido, creencia que he reforzado con el paso del tiempo, de algunas fiestas y otras lecturas.<br /><br />Después de esa experiencia, hubo algunas aisladas y poco significativas. La cosa empezó a tomar cuerpo con la llegada más formal de la adolescencia, y los desgarrados enamoramientos que esa turbulenta edad implica. Nunca olvidaré el despecho que me causó la rebotada de la Beatriz de aquellos años, cuando me dijo –palabras, palabras menos– que me quería como un amigo. Eran los años de la maravillosa, transparente y cristalina aparición de la Polar Ice –mi cerveza preferida hasta que me hice amante de la Solera verde–. Sin embargo, esa terrible tarde me fui con mi amigo Werner a su casa –no podía llegar a la mía–, pero antes de abordar un taxi, pasamos por una licorería y compramos entre los dos, con mucho esfuerzo, una botella de Something Special, para ahogar nuestras penas. Había llegado a doble A. Estaba a las puertas de las grandes ligas, pero ese ascenso no iba a llegar todavía.<br /><br />Fue inolvidable llorar abrazado a una botella y decir disparates en la madrugada. No llegaba a los catorce, pero ya había experimentado un despecho etílico, como los de la gente grande. Y cómo lo sufrí. Ahí fue cuando entendí que el alcohol también está asociado al dolor.<br /><br />Los años 2001 y 2002 estuvieron llenos de fiestas de quince años. Mis amigotes y yo siempre lográbamos hacernos de las botellas de Etiqueta Negra. Era de mucha utilidad darles cinco mil bolívares a los mesoneros, pero en varias oportunidades me tocó sacar botellas de whisky, casi enteras, por contrabando en cómodas botellitas plásticas de agua mineral. Había que verterlas con mucho cuidado en lugares oscuros o mientras se bailaba el valse, a escondidas de todos y luego transportarlas hacia la salida envueltas en chaquetas o dentro de carteras aliadas, para ir a bebérnoslas a otro lugar.<br /><br />Yo sufrí el paro de diciembre de 2002 porque no pude saborear una puta Polar hasta febrero de 2003. Por fortuna conocí la Heineken, la Bud Ice y la Corona, pero luego tuve que aceptar, a dos mil quinientos bolívares, la burla de un guarapo colombiano con pretensiones de cerveza llamado El Águila. Durante esas tristes navidades, nos tocó beber anís Cartujo en la cancha de la urbanización de un amigo –desde la cual, tendidos en el suelo, podíamos ver estrellas fugaces–, y a falta de solvente y por no querer tomarlo puro, un vecino fue a su casa y regresó con papeletas para hacer jugos artificiales. Lo que hicimos fue girar la tapa de la botella, verter todo el polvo dentro, volver a tapar, batir fuertemente y ya teníamos un coctel bastante económico. Nunca había vomitado tanto como hasta ese día detrás de las gradas, un día de los inocentes, por cierto.<br /><br />Quinto año de secundaria fue el año del ron Superior, que de superior tenía muy poco porque no podía estar por encima de nada en la vida. A éste se unieron, aunque siempre en segundo plano, el Ventarrón, el Coconís y uno que otro Bacardí de muy bajo nivel. Para aquellos años Pampero era un privilegio y Cacique un lujo extraordinario. Con esfuerzo, arañando nuestras mesadas, podíamos llegar eventualmente a un buen Santa Teresa. Quinto año fue el año de los excesos diarios, de las mezclas de esos elíxires. Fue el año en que me fui un día a la playa con tres amigos, y cada uno llevaba una caja de Polar Ice para sí. Todavía recuerdo la molesta sensación del oleaje cuando se está intoxicado. Quinto año fue el año en que llegué ebrio a una clase, el mismo en que llegué ebrio, y con cerveza en mano, al punto de partida de una excursión de Ciencias de la tierra y no me permitieron abordar el autobús por mi estado.<br /><br />En Caracas aprendí a valorar el vodka, pero seguí tomando cerveza. Conocí los tobos, conocí el tercio y esa manera un poco rara de echarle limón a la cerveza que tienen en la gran ciudad, pero ya yo había probado un empalagoso experimento llamado Vox y no quería repetir una experiencia como esa en mi vida. Aprendí a degustar Chivas Regal y Old Parr, pero me volví fanático de la Solera verde, sólo comparable en Venezuela a la tradicional cerveza –llamada Kr o con plomo en alusión a las modalidades paupérrimas– y a la que producen en la Colonia Tovar. Nunca me ha gustado la Brahma Chope, ni la Light. No me gusta la Regional en ninguna de sus modalidades. A pesar de su extraño sabor a manzana, llegué a admitir una edición especial llamada Regional X, pero fue desterrada del mercado pronto. Mi lealtad a Polar es una cuestión sagrada.<br /><br />Yo que leo en la Ilíada a esos griegos libando sabroso vino casi por cualquier motivo, y el vino que empieza a (re)cobrar auge en Caracas, o en mi vida. Se puso de moda o no sé qué, pero empecé a darle un valor inusitado al derivado del fruto de la vid, al vino tinto siempre por encima del blanco y cualquier espumante. Renegué un poco de mi pasado, o al menos juré que nunca más tomaría Superior, Carta Roja, o alguno de esos brebajes lavagallos. Le agarré cariño al vino por su bouquet, por sus sabores, por sus finales y consistencias. Lo quise mucho hasta que luego de una deliciosa velada, amanecí con el dolor de cabeza más infame que he padecido alguna vez. La resaca se prolongó hasta la noche e implicó tres vómitos con arcadas tan profundas que me reventaron algunos vasos sanguíneos alrededor de los ojos.<br /><br />Por eso, dado que la resaca no puede ser sino una forma vil que tienen los otros dioses para castigar al bueno de Dionisos, en lugar del vino, prefiero las exquisiteces salidas del ágave, léase tequila y cocuy larense, magníficas aguas ardientes que tienen la maravillosa ventaja –el cocuy más que el tequila, siempre que sea artesanal– de no generar eso que no sé bien por qué se llama ratón.<br /><br />Aquí en Caracas es donde he crecido espiritual y etílicamente. Creo firmemente que algunos licores son como la buena literatura: amargos y difíciles, pero valiosos en sí mismos. Hay que refinar el gusto para encontrar el valor en elíxires distintos, pero para mí la cerveza seguirá siendo igualmente valiosa, por su sabor; por su vocación refrescante y seguramente también por eso que llaman tradición. ¿Por qué bebemos? Acaso porque además de conectarnos con el agua y el fuego a la vez –por eso lo de aguardiente–, hace falta sentir esos sabores en la boca y relajar los preceptos morales, subir la voz de vez en cuando, reírse un poco más de sí mismo y de los demás, trasladarse a otro plano y, si no hay opción, pagar las consecuencias al día siguiente.<br /><br />Pero de todo, lo que más me emociona es estar en el estadio, mirar el piso inmundo, sucio de cáscaras de maní, con chapas incrustadas, y escuchar el melodioso pregón. Polarr, Polarr, Polarrrrrr.<br /><br /> <br /><br />Publicado en Relectura: http://www.relectura.org/cms/content/view/800/43/Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-607443944384503712010-04-29T19:38:00.000-07:002010-04-29T19:41:30.044-07:00AccidentalAyer me pasó algo que a uno le debe pasar algo así como una vez en la vida. Por eso siento que tengo que escribirlo y retratarlo de alguna manera, atraparlo en el tiempo.<br />Mientras yo salía de la oficina, una muchacha salía de asistir a una conferencia que se dictaba en el auditorio que queda en mi lugar de trabajo. Así, circunstancialmente, pasaba cuando se cruzó conmigo. Se me quedó mirando sin que yo alcanzara a percatarme y me señaló: "Tú estudiaste en el colegio Independencia de Barquisimeto", y siguió su camino entre la multitud que la arrastraba, mientras yo, algo perplejo, asentía con el temor de no entender jamás la situación.<br />Por fortuna, me pudo abordar a la salida mientras esperaba el transporte con mis compañeros. Se me acercó y me dijo que ella tenía muy buena memoria, y que se acordaba de mí por un ensayito q escribí en 8vo grado. <br />-Se llamaba América para todos –sentenció haciéndome viajar en el tiempo- ¿te acuerdas?<br />Claro que me acordaba. Era un pequeño texto antiimperialista que había escrito bajo la influencia de las corrientes ñángara que me alienaban para entonces. Pero no podía creer que gracias a ese escrito aparentemente intrascendente, diez años después estuviera viviendo ese instante tan accidental, tan raro... La verdad, me maravilló su memoria. Cuántas veces no he sido yo el único que se acuerda de cosas, lugares y personas "aparentemente intrascendentes"...Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-16211724740697991112010-04-29T12:28:00.000-07:002010-04-29T12:53:45.501-07:00Corrupción y supervivenciaLuego de echar gasolina cerca de las 9:00 pm me dirigía a mi casa en Santa Mónica. Sonaba una canción de Yordano en el reproductor cuando llegué al portón. Me bajé a abrir y me volví a montar. Entré, apagué el carro, metí el tranca-palanca y estaba recogiendo mis cosas con la puerta entreabierta en el momento en que llegaron dos jóvenes con “buena presencia” –como se dice en los clasificados- instándome a cooperar, pistola de por medio:<br /><br />-Bájate tranquilito. No subas las manos.<br /><br />Mientras los veía saliendo silenciosamente, sólo pensaba en lo inverosímil que parecía que me robaran el carro por segunda vez en diez meses. Pero al cabo de 15 minutos, también en contra de las probabilidades, ya nos habían indicado por teléfono que el vehículo estaría frente a la Plaza O´Leary. Poco después de las 10:00 pm me fui en una patrulla con tres policías y lo rescatamos. De regreso a la jefatura, me encontré a mi hermano hablando con un inspector parecido al Ño Pernalete de <em>Doña Bárbara</em>, que planteaba dos alternativas: o formulábamos la denuncia y dejábamos el vehículo a merced del Ministerio Público, o “colaborábamos” con ellos y nos lo llevábamos esa misma noche.<br /><br />-Usted comprenderá que no tenemos mucho dinero… -le dije- ¿300 está bien?<br /><br />-Lo que ustedes puedan, pero con 300 el jefe –siempre hay un jefe imaginario- me va a dar una patada por el culo –dijo el inspector con toda elegancia.<br /><br />-Les dejamos 300 ahora y mañana le damos 700 para llegar a 1000 –saltó mi hermano ya obstinado-, y así no nos exponemos a sacar plata en telecajeros a esta hora…<br /><br />-No, pero si para eso estamos nosotros… ¡Los escoltamos!<br /><br />Y así fue. Nos custodió un policía en los tres cajeros que tuvimos que visitar para completar los 700 restantes y, una vez entregados, pudimos llevar el carro de vuelta a casa.<br /><br />Como es evidente, en este cuento no hay moralejas ni lecciones de ética, pero sí hay cosas qué apuntar. Algún sensato lector bien podría criticar cualquier cooperación con la corrupción. Sin embargo, creo justo señalar que este tipo de corrupción es el indicio de un problema mayor. Considerando algunos testimonios, incluido el de un conocido que en un año no ha podido sacar su carro de Fiscalía, uno tiene la certeza de que los carros que allí entran no sólo tardan mucho en salir, sino que son desvalijados por las mismas autoridades.<br /><br />Hay una crisis ética de la que el ciudadano parece prácticamente obligado a formar parte. Hacer las cosas bien -además de parecer un acto pedante, como ironiza Cabrujas- puede suponer ir en contra de sí mismo. La indefensión de un ciudadano lo obliga a preferir saltar las reglas conjuntamente con el Estado. La situación no admite ligerezas, pues detrás de todo hay una grave insatisfacción de los funcionarios públicos que pasa por una falla vocacional y, desde luego, por la insuficiencia de los salarios; todo lo cual conduce a que el oficial, en lugar de dedicarse a la ciudadanía, viva constantemente tras un “rebusque”, ya sea matraqueando, desarmando vehículos para vender las piezas o hasta pactando con el hampa. <br /><br />De mi parte, el carro está oculto en un garaje. Huyo de los ladrones, de los policías y acaso termine huyendo de mí mismo.Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-38726925646095097842010-04-29T12:25:00.000-07:002010-04-29T12:32:35.275-07:00El estigma del “volteado”Hoy me habría gustado hablar de otra cosa, pero no puedo. Ayer en la mañana, revisando la prensa, me topé con una entrevista que le hiciera Vladimir Villegas al llamado “ideólogo del socialismo del siglo XXI”, Heinz Dieterich, en la que le preguntaba por el caso de Henri Falcón, entre otras interesantísimas cosas que comentaríamos si tuviéramos más espacio. Al momento hice una asociación entre estos tres personajes: ¿Qué tienen en común? Que los tres apoyaron a Chávez y hoy mantienen alguna distancia. “Son tres volteados”, pensé automáticamente, e inmediatamente me lo recriminé, pues no debe ser normal que asumir opiniones disonantes signifique “volteársele” a algo o, peor aún, a alguien.<br /><br />Hace una semana, con su uniforme militar, el presidente no tuvo empacho en decir estas palabras: “los que están con Falcón están contra Chávez y los que están con Chávez están con Chávez…, no hay lugar para medias tintas”. Antier, durante un acto realizado ante 20mil personas en el domo bolivariano de Barquisimeto –incluido corte deliberado de luz eléctrica-, Henri Falcón envió otro mensaje: “Señor Presidente, le tenemos mucho respeto, pero eso no niega la posibilidad de la crítica”. Aunque Dieterich califica la decisión de Falcón como “un acto de civismo y valor”, ayer el jefe de Estado, durante su alocución dominical, insistió en llevar a la hoguera al gobernador de Lara: "No me respete, gobernador, que usted no se respeta a usted mismo. Usted es un traidor, gobernador. Un traidor más que va a desaparecer por el camino de los traidores". No conforme con formularle esa extraña petición de irrespeto y pronosticar el destino político del líder regional, el presidente decidió revelar -ahora sí- que tenía pruebas de que el 11 de abril de 2002 Falcón respaldó a Carmona Estanga. "Yo siempre he sabido que era un traidor. Como Cristo sabía quién era Judas", dijo el preclaro mandatario. Lo primero que llama la atención es que, sabiendo ese detalle, el presidente lo siguiera apoyando en 2004 y 2008 nuevamente. Pero si vamos más allá, habría que alarmarse ante el solo hecho de que somos gobernados por un (súper)hombre que se compara permanentemente con la figura de un mártir elegido y tocado por la divinidad, que hace milagros, aglutina masas, porta la verdad –la encarna- y se rodea de unos apóstoles de quienes no espera sino lealtad irrestricta.<br /><br />La pregunta de fondo es: ¿cómo se construye socialismo con base en el personalismo siendo éstas dos concepciones antagónicas?, ¿cómo se construye un país bajo el abrigo de un dogma dentro del cual todo disentimiento frente a un líder reconocido como “único”, “indiscutible” e “irreemplazable”, es tratado como a Juana de Arco o Galileo Galilei y donde, como el propio presidente dice, “no hay lugar para medias tintas”? Sin diálogo, ni autocrítica es imposible dar solución a problemas plurales.<br />Erosionar la estructura polarizada y sectaria sobre la que se monta la mayor parte del aparato gubernamental y comunicacional del país es, además de una necesidad, la gran responsabilidad que tenemos: cuestionar por qué nos venden héroes y antihéroes como barajitas de álbum, por qué tenemos que hablar de traidores, desertores y volteados; preguntarnos, por ejemplo, quién puso la talanquera, de qué sirve y a quién divide. Dejar de señalar “volteados” y evitar la verbalización del estigma podría ser un buen inicio.Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-91053541499308817482010-03-10T05:58:00.000-08:002010-03-10T06:14:38.299-08:00De cartas, gorras y partidos<div><a href="http://ingenierocool.files.wordpress.com/2008/09/chavez-psuv.jpg"></a><br /><a href="http://www.megaresistencia.com/megaresistencia/noticias/images/stories/henri-falcon.jpg"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 413px; FLOAT: left; HEIGHT: 320px; CURSOR: hand" border="0" alt="" src="http://www.megaresistencia.com/megaresistencia/noticias/images/stories/henri-falcon.jpg" /></a> Hace un par de días, una amiga me imprimió un artículo que debía leer para ayudar a otro amigo nuestro, que trabaja en una institución pública, a decidir si se lo enviaba o no a su jefa: era <a href="http://www.aporrea.org/actualidad/a96109.html">“La carta extraviada de Henri Falcón”</a>, publicado en Aporrea por el profesor Erik Del Bufalo, quien no es, por cierto, un lacayo del imperio.<br />No pocos venezolanos avizorábamos la probabilidad inminente de la renuncia de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Henri_Falc%C3%B3n">Falcón</a> al Psuv. Desde hace un buen tiempo, se ha distinguido del resto por unas cuantas sutilezas que pasan, desde luego, por el terreno de los símbolos y los detalles. Quizá por afinidades inevitables, siempre he mirado con atención las gorras de Cardenales que el ex alcalde de mi ciudad natal -y ahora gobernador de Lara- exhibe en donde debería haber, según la lógica totalitaria, una gorra alusiva al partido de gobierno, una boina, o nada. Siempre me ha causado curiosidad que el hombre no hable de “patria, socialismo o muerte”, sino, sospechosamente, de “revolución eficiente” e “inclusión sin exclusión”. Por eso, leer eso de “socialismo ético y productivo”, en su carta abierta al presidente, no me impresiona del todo. Falcón ha combinado su habilidad política con una honestidad dosificada que, a mi parecer, dará buenos resultados. Tal vez podamos comprender ahora cómo es que, siendo despedido del Psuv, aceptó ser reenganchado un poco antes de las elecciones regionales. Si para entonces estaba prohibido correr riesgos, hoy el escenario es distinto: el líder regional más importante del país ha decidido renunciar al partido predilecto de Chávez y militar en Patria Para Todos, una jugada muy inteligente, por tratarse de otra tolda vinculada al llamado “proceso revolucionario”. <a href="http://ingenierocool.files.wordpress.com/2008/09/chavez-psuv.jpg"><img style="MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 291px; FLOAT: right; HEIGHT: 291px; CURSOR: hand" border="0" alt="" src="http://ingenierocool.files.wordpress.com/2008/09/chavez-psuv.jpg" /></a><br /><br />Con mucha agudeza, el texto de Del Bufalo trae a colación la maravillosa reacción de Cilia Flores <a href="http://www.eluniversal.com/2010/02/23/pol_ava_cilia-flores-acusa-a_23A3476371.shtml">(“¿Es que acaso Henri cree que brilla con luz propia?”)</a>, una verdadera “filípica de la mediocridad”, a decir del profesor. De eso se trata; aquí hay sólo una estrella, y cualquier amago de resplandor –es decir, sensatez o eficiencia- equivale a traición. A este propósito, cita los valores fundamentales que Mario Silva intenta sembrar en un revolucionario (“fidelidad”, “lealtad”, “que no muerda la mano que le da de comer”), “atributos que lo mismo pueden atribuirse al hombre nuevo que al perro faldero”.<br /></div><div>Si de un lado, quienes no lo comparan con Arias Cárdenas, ven el nacimiento del nuevo líder de Un Nuevo Tiempo, del otro lado no han ahorrado energías para señalar la determinación de Falcón como una “traición anunciada”. ¿No podría ser, por ejemplo, la decisión sensata de un hombre de izquierda que no comulga con el “clientelismo” y el “grupalismo” del partido de gobierno? ¿No podría tratarse, simplemente, de un cuestionamiento sincero que hace un gobernador sobre la manera en que se tejen las relaciones entre el Ejecutivo nacional y el regional, limitadas a “la emisión de instrucciones” sin oportunidad de diálogo?<br />¿Que la carta de Falcón es parte de una estrategia? Seguramente. Pero también es expresión de un estado de cosas. Entretanto, el gobernador ya es directivo del PPT (un partido que es rojo pero azul), y seguirá luciendo sobre su cabeza, ahora más que nunca, alguna flamante gorra del Cardenales de Lara. Lo que no atino a predecir todavía es la reacción de la jefa de mi amigo si le hace llegar el artículo. </div>Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-3802569927946036382009-10-01T20:05:00.000-07:002009-10-01T20:28:14.611-07:00El juego de las palabras<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAyBAq5O5EeDWQn57AyAXce9otsWAref4SWUgOa8gmZG1Bxjl_JhOyovKanPhWkVjxCXoBOak1GdJnYk8XhekkKtt17BDDvcsY34gJKpjrqeIgTJ2Xob_3g4j_ZhNryPg7En7cE5ys8ng/s400/aquiles_nazoa.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 183px; height: 242px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAyBAq5O5EeDWQn57AyAXce9otsWAref4SWUgOa8gmZG1Bxjl_JhOyovKanPhWkVjxCXoBOak1GdJnYk8XhekkKtt17BDDvcsY34gJKpjrqeIgTJ2Xob_3g4j_ZhNryPg7En7cE5ys8ng/s400/aquiles_nazoa.jpg" border="0" alt="" /></a><br />El humor es una actitud ante la vida –si tomamos por actitud a la actitud y por vida a la vida- y el humorismo es el ejercicio más o menos sistemático de esa actitud vital particular, una forma de pensar al mundo y de estimular el pensamiento del otro mediante la diversión.<br />En ese mismo sentido (el del humor, claro está, en la acera opuesta a la del sentido común), <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Aquiles_Nazoa">Aquiles Nazoa</a>, poeta costumbrista y humorista, nos dice que “la actitud humorística es siempre una actitud de análisis… El humor lo que hace es provocar el pensamiento analítico… el humor hace pensar y permanece en el tiempo y continúa su efecto. El humor es una manera de hacer pensar sin que el que piensa se dé cuenta de que está pensando”.<br />Para <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cabrujas">José Ignacio Cabrujas</a>, irónico y mordaz intelectual venezolano, “el humor es inevitablemente otra manera de amar, de pedir calma, de evadir el grito, el insulto, de soslayar la furia estúpida y ciega. Y mira, quizás sea ésa la definición más acertada que se le puede conceder al humorismo: la de un raro, aunque extraordinario, acto de amor”.<br />De modo que el humor es expresión reflexiva de la inteligencia, pero también es expresión emotiva de una sensibilidad. Humor es crítica y es amor, veneno y caricia de una pluma empecinada en (re)mover una fibra en el lector, como esa cosquilla que no es necesariamente agradable pero que nos lleva a la risa. Claro que el humor es siempre –o casi siempre- agradable, toda vez que supone formas diversas del chiste, cuyo fin último es el de agradar, hacer reír y sonreír mediante la explosión sorpresiva de un argumento. Hay distinciones sutiles entre humorismo y comicidad, pero es innegable la estrecha relación que pervive entre una cosa y la otra. El caricaturista <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Le%C3%B3n_Zapata">Pedro León Zapata</a> define al humorista como “un cómico frustrado”, en el sentido de que no tiene como compensación la risa hilarante que espera. Pudiera pensarse, así, que el humor es algo más fino y velado que lo cómico, siendo esto último más bien vulgar y directo; pero no creo conveniente trazar una separación tan marcada entre una cosa y la otra, porque el humorista también busca ser cómico para proporcionar a su espectador o lector alguna razón para (son)reír, sea mediante la burla de otro o de sí mismo, o mediante el placer auténtico que genera el comedido empleo de la ironía, por ejemplo.<br />El crítico italiano Luigi Pirandello prefiere ser más cuidadoso en la construcción de un concepto de humorismo, preferencia legítima y necesaria. Separa al humorismo –y al humorista- de la risa. Y ciertamente el “cómico frustrado” puede no dar risa, pero cumple su rol de humorista cuando entabla una complicidad con el lector, cuando sugiere un guiño, una picardía, una proposición que supone cierta diversión.<br />Y es el pícaro, precisamente, una de las figuras más relevantes del humorismo literario, o si no, al menos de las más relevantes muestras humorísticas dentro de mi lectura personal. Por eso el siglo de oro español es rico en obras humorísticas, dado que sus autores expresan en sus obras una manera divertida de reproducir su propia decadencia, su propia inmoralidad, de hacer una afrenta al poder. Así, el Lazarillo de Tormes, novela picaresca por excelencia, puede ser hilarante y siempre es divertida. Quién no siente esa complicidad ante Rinconete y Cortadillo o ante el mismo Don Juan de Tirso de Molina, acaso una modalidad más refinada del pícaro.<br />Así, en ese mismo contexto de decadencia social, política, económica y moral de un imperio venido a menos lleno de hidalgos venidos a menos, nace el Quijote de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cervantes">Cervantes</a>, novela humorística por donde se mire. La inadecuación de don Quijote y de sus sin pares aventuras (o la ilusión cómica), sus hazañas y miserias, las ocurrencias de Sancho, los juegos de palabras, las reacciones iracundas de la gente, sus burlas, el cinismo de los duques, la vulgaridad de los criados y porquerizos, así como una gran cantidad de episodios son, regularmente, humorísticos. “Nos hace reír Sancho Panza manteado como una pelota”, dice Bergson en su célebre ensayo sobre la risa. Ante esto el lector no puede sino ser cómplice del narrador y experimentar esa rara sensación de agrado.<br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://www.alejandrosuarez.es/wp-content/uploads/2009/08/don-quijote-1955.1227528980.gif"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 408px; height: 500px;" src="http://www.alejandrosuarez.es/wp-content/uploads/2009/08/don-quijote-1955.1227528980.gif" border="0" alt="" /></a><br /><br /><br />El humor es juego, y en la literatura es el juego de las letras, de las palabras. <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Shakespeare">Shakespeare</a> es experto en este arte de jugar con los sonidos y sentidos de las construcciones verbales, incluso en sus más oscuras y sangrientas tragedias como Hamlet, Macbeth, ni qué decir de sus comedias, en las que el bufón siempre está, botella en mano, subvirtiendo el orden de las cosas –como buen humorista o partícipe del carnaval bajtiniano- jugando con los dobles y triples sentidos, como el ebrio de Trínculo en La Tempestad.<br />Quizá Cervantes y Shakespeare, estos autores menores, no sean suficientes pruebas de que el humor es el germen de la buena literatura, pero es así y ha sido así desde tiempos de Aristófanes en que los griegos asistían a la comedia no para expiar su culpa frente al dolor de los nobles, sino para verse a sí mismos, vulgares y divertidos, representados en escena, materializando, claro está, otro tipo de catarsis: eso que <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Rene_Girard">Girard</a> llama misteriosamente catarsis cómica.<br />Si la lágrima es la expulsión orgánica de una emoción, la risa también lo es. René Girard, en un ensayo titulado “Equilibrio peligroso. Una hipótesis sobre lo cómico” concibe a la risa como una forma de catarsis y, además que la única forma socialmente aceptable. “La risa en sus formas menos culturales parece afirmar exactamente, como las lágrimas, que hay que desembarazarse de algo (132). De acuerdo con Girard, uno se ríe cuando se siente amenazado por la posibilidad de estar en el lugar del que es objeto de risa, lo cual explica claramente nuestra actitud ante el sujeto que se cae ante nuestras narices, o cuando vemos tropezarse a Charlot o al Chapulín Colorado, no sus grandes catástrofes sino sus equivocaciones y pequeñísimos tormentos –como el mismo manteo de Sancho-. En el fondo nos aterra estar en su posición pero nos alegra que no lo estemos. Nos reímos ante “el espectáculo de la debilidad humana”.<br />Sobre la literatura, Girard nos dice que: “Grandes autores, sobre todo grandes novelistas, a menudo llegan a ser sus propios parodistas en sus obras posteriores y desarrollan una vena cómica porque son los mejores críticos de sí mismos” (133). Parodiarse a sí mismo es síntoma de inteligencia, humildad y, desde luego, alto sentido del humor. Hacer humor es reírse de uno mismo, del lector y del otro que está siempre incluido en la primera o en la segunda persona.<br />Humor hace Teresa de la Parra cuando encarna a una caraqueña sifrinita de los años veinte, escribiendo su vida, su casa, su familia con singular estilo, dibujando y parodiando a su sociedad con mortífera ironía. Humor hace <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_Bryce_Echenique">Bryce Echenique</a> con su habilidad para divertirnos con sus relatos, mediante un estilo sabroso y una retórica exagerada en que nos reflejamos como beneficiarios de una misma lengua. Humor hace <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vargas_Llosa">Vargas Llosa</a> cuando pone en la pluma del capitán Pantoja una serie de tecnicismos militares que plagan de eufemismos la jerga prostibularia, similar a lo que hace el poeta <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Salvador_Novo">Salvador Novo</a> con sus fascinantes memorias.<br />En ese sentido -el mismo de más arriba- el humor en la literatura es, sobre todo, un tratamiento particular de la lengua. Es decir, expresión indiscutible de la inteligencia de un hombre cuya lengua lo pone en apuros constantemente. Hacer humor en la escritura es también un mecanismo de defensa. Es, en suma, destilar veneno con un toque de miel y viceversa, o todo lo contrario para ser más exactos. Y no digo más no porque no tenga más que decir. No. Porque si por mí fuera me quedo en la computadora expresando tanta erudición. Sino porque el espacio se me acaba. Se acaba y se acabó.Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-81831849290830276302009-09-18T20:58:00.000-07:002009-09-18T21:03:14.725-07:00Sembrar el petróleoSeguramente hasta el día muerte, Uslar Pietri estuvo pensando en la posibilidad de sembrar el petróleo, una idea que lo signó toda su vida y que de alguna manera lo inmortalizó. En fin, un anhelo. <br /><br /><br /><object width="425" height="344"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/DAbiFXKN9ig&hl=es&fs=1&"></param><param name="allowFullScreen" value="true"></param><param name="allowscriptaccess" value="always"></param><embed src="http://www.youtube.com/v/DAbiFXKN9ig&hl=es&fs=1&" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="425" height="344"></embed></object>Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-3433993782585194342009-08-05T07:41:00.000-07:002009-08-05T07:43:12.225-07:00“Me robaron el carro” o la fascinante historia de un venezolano en la decadencia IVYa Jhonny estaba fuera de la contienda y yo todavía le guardaba el puesto al malhumorado. Mientras seguía embelesado con la prosa poética de Rulfo, cerca de mediodía, pasé a una nueva filita de sillas que quedaba en un pasillo y que servía como de transición para el otro galponcito lleno de sillas, y ya a esas alturas había dejado de cuidarle el puesto al señor malhumorado.<br />Al rato pasamos al galponcito que tendría unas 100 sillas, ocupadas por supuesto por aquellos que sí tuvieron vocación madrugadora. El calor meridional ya empezaba a hacer estragos pero la gente seguía conversando. Yo tenía nuevo compañero y de vez en cuando interrumpía mi lectura para hablar con él. Era un chamo que tenía que arreglar los papeles de la camioneta que heredó de su madre. Parece que todo el mundo va al INTTT después de algún mal rato, dije para mis adentros.<br />Con la aridez de Comala y el solazo caraqueño sentía que todo el mundo se estaba acalorando. Sin embargo la gente conversaba y se reía. Una cosa que llamó particularmente mi atención es la forma en que se activó la contraloría social anti-coleados. Pero hay que decir que ese sentido de contraloría era indiscriminado. Se acercaba cualquiera a preguntar algo en la puerta del edificio (nuestra meta añorada) y la gente se alborotaba para gritarle al portero: “Eeeeeeeeeeejeeeeeeeeeee…” “ese ´ta coleao…” “no lo dejes pasar, no lo dejes pasar”, “te estamos viendo, pajarito”.<br />El hambre empezaba a hacer mella. Mi nuevo compañero preguntó si podía salir y no desperdició la oportunidad para irse al Mc Donald´s más cercano. Los heladeros se apostaron en las afueras del edificio y vendían sus helados a través de la reja. Pero yo guardaba un aliciente: mi segundo sandwish (sánguche). Lo comí despacio para saciar el hambre y luego me compré un Golazo. Cabe destacar el helado en cuestión estaba congelado y podrán imaginar lo ridículo que me veía cavando el helado con una diminuta paletica de madera que no tardó en medio partirse. Corroboré la ridiculez de mi escena cuando vi a un señor gordo que tenía en frente burlándose de mí, sin mayores disimulos:<br />-Jajaja! Y cuando estás en tu casa con todas las herramientas no te pasa eso…<br />Le contesté con una sonrisa cordial –bueno, hipócrita- y afortunadamente, gracias al calor, el helado de chocolate comenzó a ceder poco a poco. Ya tenía como 1000 kcal encima así que no iba a desmayarme. Entretanto nos desplazábamos de silla en silla. En una de esas, dada la activada contraloría social, un muchacho furioso comenzó a señalar a un señor como de cincuenta años.<br />-Usted se coleó.<br />-Yo no me coleé –contestó el señor- yo estaba aquí.<br />-Claro que se coleó –insistía el muchacho.<br />- Que no, que yo estaba aquí.<br />-Tú lo que eres es un abuuuuuuusadooor!! –le gritó moviendo casi todos los músculos de la cara.<br />-¡Abusador será tu papá! <br />La respuesta del señor hizo que el muchacho se fuera corriendo contra él. Yo vi que salió un golpe por allá, y otro por acá, pero la gente comenzó a gritar y separaron a los pugilistas. Los funcionarios hicieron que ambos entraran, a partir de lo cual algunos comentamos que si hacíamos una tángana colectiva quizá podíamos pasar todos más rápido. Al instante llegó el compañero que venía de Mc Donald´s preguntando cuál era el alboroto que se veía desde la avenida.<br />-¿Qué habrá pasado con el señor este al que le estuve cuidando el puesto? –pregunté.<br />-¿Ese señor? Ese entró rapidito. Ese fue el que dijo que era sobrino de Rodríguez Araque…<br />“Este sí es bravo de verdad”, fue lo que pensé. Y cómo no asociarlo con su carnet de Energía y Petróleo. Bueno, así funciona este país. Y el que más se quejaba chapeó y pasó. Supongo que el humor le habrá cambiado adentro.<br />Logramos pasar al edificio como a las 2:30 pm. Adentro, aunque con aire acondicionado, había que hacer otra colita para entregar los recaudos para que confirmaran con notaría la legalidad de todo, esperar nuevamente los recaudos y luego hacer otra colita más larga y lenta para entregarlos nuevamente a un funcionario de las taquillas, quien finalmente le hace entrega a uno del preciado título de propiedad.<br />Al consignar los recaudos en la primera alcabala me dijeron que me faltaba una copia y tuve que salir a buscar fotocopiadora, luego regresé y todavía pasaron como 40 minutos más para que me llamaran, pero ya yo, como muchos otros, estaba haciendo simultáneamente la otra cola.<br />-Ahora sí está pegando el hambre –dijo por allá un señor cuando eran casi las 4:00 pm. A otro señor, que llevaba 8 horas de cola, le dijeron que le faltaba un recaudo y armó el respectivo escándalo. Luego estaba llamando por celular a un contacto para que intercediera por él.<br />Todo era muy lento. Me leí casi toda la novela. Media hora después llegué a la taquilla. La que me tocó era una funcionaria enchufada a su blackberry. Nunca dejó de hablar por teléfono con su “manos libres”. Por un lado es admirable que pueda hacer ambas cosas a la vez, pero por otro lado, hubiera querido decirle: “¿por qué coño no me atiendes como se merece un infeliz como yo que ha perdido todo su día aquí?”. Además que me confundía, porque se reía y no era conmigo, se arrechaba y no era conmigo, hablaba y yo como un gafo “¿perdón?”, y me miraba como si fuera un intrépido. De repente, cuando ya esperaba el título, me devuelve los papeles con un código escrito en bolígrafo:<br />-Tiene que ir a la oficina del CICPC que tenemos acá.<br />-Nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!!! ¿por qué a míííííí? –pensé.<br />Yo quería llorar pero de verdad verdad. Me fui a la fulana oficina. Toqué la puerta y entré sin que me respondieran. Adentro había cuatro policías parecidos a David Ortíz, el pelotero de Boston, pero ya yo estaba obstinado. Me recibieron el papel.<br />-Ok, espere afuera.<br />-Pero cómo cuánto tiempo<br />-Espere afuera.<br />-Ajá pero (yo no estoy preguntando dónde espero sino) cómo cuanto tiempo. Tengo aquí casi 12 horas…<br />-Bueno aquí hay gente desde la mañanita… -cuando uno de los policías dijo esto último ya les había dado la espalda.<br />Lo que pensé fue “De paso, sordo, seguro me escuchó que tenía casi 2 horas aquí”. Esperé como unos 15 minutos eternos y me entregaron mis recaudos para que volviera a la taquilla sin hacer la cola de nuevo, por supuesto. Estaba terminando de atender a otro digno ciudadano cuando le metí los recaudos por la rendija de la taquilla. La muchacha seguía hablando por teléfono y tecleando.<br />En 5 minutos me entregó el papel. El título de mi corsita a mi nombre. Creo que suspiré. Eran casi las 5:00pm y tenía el documento en mis manos. <br />Me dio una emoción tal que sentí casi como si hubiera recuperado el carro. Nunca pensé que una cosa como esa me fuera a emocionar tanto, además post-mórtem. “¡Ahhh! Ya está a mi nombre el carro que me robaron. ¡Qué felicidad!” Suena macabro, pero así sentí… <br />Lo demás fue sacarle copia a ese papelito, enviar el original y seguir esperando para que me paguen el monto, cuando valga menos, claro… Y así vamos a dar por “finalizada” esta pequeña epopeya interminable. Colorín, colorado ¡tengan sus carros asegurados!<br /><br /><span style="font-style:italic;">The End (or almost)</span>Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-24168961470587655452009-08-04T20:03:00.000-07:002009-08-05T07:14:58.961-07:00“Me robaron el carro” o la fascinante historia de un venezolano en la decadencia IIIUna buena tarde hice los depósitos que había que hacer. Del Seguro me enviaron la planilla de declaración del siniestro por email, la imprimí, la llené y la envié por MRW. La carta del Seguro dirigida al INTT salió al cabo de semana y media. Me la enviaron por email escaneada y la imprimí, pero como eso no era suficiente había que esperar la original. Igual aquella semana era muerta para mí porque me tocaba ir a Tránsito el miércoles y aquel era feriado. Gracias al apoyo familiar con el que he contado pude tenerla en mis manos el siguiente martes en la tarde-noche.<br />Sabía que debía madrugar al día siguiente. Me pararía a las 4:00am y, nuevamente gracias al apoyo familiar, mi cuñada me estaría llevando alrededor de las 5:00 para estar muy temprano. Bueno, mi poca vocación madrugadora imposibilitó la cooperación de mi cuñada. No le paré a la alarma y tampoco hice caso a las varias llamadas que me hizo al celular. Terminé parándome por motu propio como a las 6:00. La llamé para decirle que no se preocupara que ya a esa hora me iba en carrito. Por fortuna y por los traumas burocráticos previos, me preparé dos sandwishes (sánguches, pues), porqueunonuncasabe… Así salí de mi casa y agarré mi carrito. El sol tenía rato largo asomado,y el bululú de los 3 millones de personas que se pararon antes que yo ya se estaba activando.<br />Ya había mucho tráfico, mucha gente en la calle, muchas paradas. El carrito que dice “Petare” llegó hasta Altamira, pero bueno, equis, me monté en otro ahí mismo que sí me dejó donde era: Oficina Principal del Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre, La California (frente al Unicentro El Marqués). No me había bajado cuando ya quería devolverme. La cola era kilométrica. Mucha gente adentro, mucha gente afuera, por los frontales del edificio, laterales, azoteas. Pero ya estaba ahí. Eran casi las 8:00. Había que afrontar el asunto.<br />-¿La cola para el traspaso?<br />-Esta misma, allá al final –me contestó un funcionario que estaba en la puerta.<br />Llegué al extremo de la cola en plena Av. Franciso de Miranda, en la acera. Saludé y me instalé en mi puesto. Adelante tenía a un pobre señor que, según me reveló instantes después, venía de Guayana a sacar un duplicado al título porque le robaron el carro y se lo exigían. Mucho después supe que se llamaba Jhonny y otras cosas más. Por los momentos era un ciudadano con una especie de tic nervioso que consistía en entrecerrar un poco los párpados como si enfocara siempre todo lo que veía, incluso de cerca. Así, por ejemplo, me miraba mi sanduchito (el primero porque el segundo debía reservármelo) cuando decidí comérmelo un rato después.<br />Detrás tenía a un señor un poco malhumorado que cargaba el Sobre horrible blanco, negro y anaranjado (los colores de Condorito) que uno tiene que tener.<br />-Disculpe señor, ¿dónde consiguió ese sobre?<br />-Yo lo compré. ¿Tú no lo tienes? Ayyyyyyy, tú tienes que hacer otra cola.<br />-¿Sí?<br />-Claro. Aquí ya tienes que tener el sobre.<br />-Bueno, voy a preguntar… -fui y regresé a mi puesto- El funcionario de la puerta me dijo que no, que eso se compraba adentro.<br />-¿Te dijo eso? Qué bolas. Esos tipos no quieren trabajar una mierda, no joda @#*&$...<br />Yo estaba algo desconcertado mientras el señor seguía alterado. Yo entiendo que uno tiene el deber de arrecharse con el sistema, con el país, pero ¿tan rápido? Pensé que el señor tenía algún otro problema o simplemente quería que todos en la cola se fueran a otra cola para que él quedara solito… No sé. Después de desayunarme mi primer sanduchito, pelé por Pedro Páramo que la tenía en el bolso –no se puede salir a hacer un trámite sin buen material de lectura- y me puse a leer recostado a la pared. La cola se iba engrosando y el señor iba contagiando a todo el mundo con su arrechera. Tanto que yo que estaba tranquilito leyendo, empecé a arrecharme también.<br />-Sí, y así es Cadivi, igualito, y que gobierno electrónico... –empezaba yo a atizar el fuego<br />-¿Y Onidex? ¡Já! Esa vaina no sirve. Sacarse el pasaporte es imposible –saltaba otro por allá que interrumpía mi lectura.<br />Minutos más tarde, el pobre guayanés se dio cuenta de que todo el mundo tenía sobre menos él y yo y empezó a preocuparse.<br />-¿Tú tampoco tienes sobre? Ustedes tienen que hacer otra cola. A ellos les están diciendo que hagan esta cola –ahora dirigiéndose a otros compañeros- y luego los van a poner a hacer otra cola. Es que esto no sirve. Este gobierno no sirve –y continuaba…<br />Jhonny, el gordito guayanés, fue a ver si en efecto teníamos que hacer otra cola y le dijeron lo mismo que a mí: el sobre se compra adentro.<br />El señor malhumorado continuaba su mitin:<br />-Este gobierno va a caer pronto. Ya nadie aguanta esta vaina, etcétera, etcétera.<br />No es que yo no compartiera buena parte de lo que decía, pero me llamaba la atención la vehemencia de su temple matutino. Y rápidamente me llamó la atención también un detalle en el que no había reparado: llevaba colgado un carnet del Ministerio de Energía y Petróleo. Ahora yo estaba más desconcertado.<br />Un poco más allá de las 9.00 nos comenzó a moverse la cola y un poco más allá, cruzamos la puerta y nos internamos. Había sillitas de salón de fiesta por todos lados, pero todavía estaríamos de pie un buen rato. Una vez adentro, Jhonny y yo fuimos a comprar el fulano sobre. Fue muy fácil. Cinco minutos después estaba en mi cola otra vez.<br />-Eso sí está divino –escuché que dijo el señor malhumorado refiriéndose a una de las muchachas que atendía. Se está relajando, pensé.<br />Así transcurrió un rato largo. Lloviznó pero no nos mojamos gracias al toldo y a una mata de mango. Iba pasando gente poquito a poco. Hasta que logramos sentarnos. La metodología era la de irse rodando en los asientos, como los juegos infantiles en los que uno va rodeando las sillas y alguien va quitándolas una a una. Bueno, más o menos así era la cosa. ¿Cuánta gente había adentro? Yo calculo que millón, millón y medio de personas… En serio era mucha gente porque del otro lado había un lugar con muchas más sillas y mucha más gente.<br />Eran como las 10:30 cuando salió otro de los funcionarios diciendo con un cantadito un poco atorrante:<br />-Señoras, señores, tienen que tener muuuuucha paciencia. Ustedes van a estar saliendo de aquí como a las 4 de la tarde…<br />Los murmullos fueron reacción inmediata. Todo el mundo se alarmó, aunque uno siempre guarda esperanzas. El señor malhumorado me dijo “Ya vengo” y le guardé el puesto en la silla, mientras llenaba los datos del sobre.<br />Al rato empezaron a chequear los recaudos y mi amigo Jhonny me dijo, casi tembloroso:<br />-Coño, no me quieren recibir porque y que me falta una carta del seguro<br />-Ah sí, chamo, la carta que el seguro le manda a Tránsito…<br />-Coño, y yo vengo de Guayana…<br />El escenario era cruel para él. Lo lamenté pronfundamente y traté de darle ánimos para que insistiera.<br />-La solución es que vayas a la sede del seguro en Caracas y que te hagan esto y lo traigas mañana. Plantéales el caso porque a mí me tardó como una semana. ¿Y dónde te estás quedando? –pregunté ingenuamente.<br />-No, si yo no me estoy quedando. Yo llegué hoy mismo a Caracas y me regresaba hoy mismo pa´Ciudad Guayana. Yo no tengo plata, no conozco la ciudad ni tengo nadie aquí -respondió.<br />De verdad que se me partió el alma. No sólo lo atracaron para quitarle el carro, sino que le pasa esto. Sentí tanta compasión que le di mi número de teléfono para que me llamara cualquier cosa.<br />-Suerte –le dije<br />-Gracias papá. La voy a necesitar.<br /><br /> <span style="font-style:italic;">To be continued again again</span>Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-32200817321964036062009-07-06T14:21:00.000-07:002009-07-06T14:23:55.671-07:00“Me robaron el carro” o la fascinante historia de un venezolano en la decadencia IICuando un carro asegurado es hurtado o robado, la compañía de seguros responderá pero, eso sí, si uno hace silencio y da todo lo que le pidan, sin mirar a la cara. Pasa más o menos como en aquellos juegos de fiestas infantiles en los que “Simón dice” que necesita una correa marrón, un zapato izquierdo o una pintura de labios, y donde todos los niños se dispersan, corriendo y gritando despojando a sus padres, tíos, hermanos o primos de una correa marrón, un zapato izquierdo, una pintura de labios o lo que sea que pida el gran Simón.<br />Cuando vi la lista de recaudos del Seguro tuve ganas de llorar. Desconocía un par de ítems y no tenía algunos de los que conocía. Poco a poco he ido solventando la crisis pero entre la lista había uno que brillaba con luz propia: Título de propiedad del vehículo a nombre del asegurado. O sea, Simón dice que le traigan “correa marrón de cuero argentino, con hebilla plateada y un solo orificio”. Nooooooooooo. El título de propiedad no está a mi nombre sino al de su anterior dueña, sólo tengo un documento de traspaso. Ah, pero no debe ser tan difícil, pensé. Leí los recaudos en la página del INTT y suspiré. Pedían constancia de revisión del vehículo y no había vehículo. ¿Podré hacer esto en la Oficina de Los Chaguaramos? “Para cualquier información, puede llamarnos al 0800-INTT-00”…<br />-Buenos días, Instituto de Tránsito y Transporte Terrestre…<br />-Buenos días, señorita. Una pregunta: en caso de carros robados, ¿cómo se hace para tramitar el título de propiedad a nombre del propietario?<br />- Los recaudos que aparecen en la página, más Denuncia en PTJ, denuncia en el Cuerpo de Vigilancia de Tránsito, y Carta de la Compañìa de Seguros…<br />(La tengo, la tengo, no la tengo, no la tengo…)<br />-Ahhh ¿Denuncia en Tránsito? Yo tengo la del CICPC, ¿no es suficiente con eso?<br />-No, señor. Tiene que hacerla en el Cuerpo de Vigilancia de Trànsito.<br />-Ah, bueno, ¿y en Los Chaguaramos puedo hacerlo?<br />-No, señor. Tiene que ser en el Cuerpo de Vigilancia –ya estaba alterada<br />-¿Dónde es eso, entonces?<br />-El Llanito, señor –dijo lacónicamente, posiblemente segura de que yo vivía lejos de ahí<br />-Ahhh –me lamenté- y en cuánto a los depósitos, en la página aparece algunos para revisión del vehículo, ¿cómo se hace en mi caso?<br />- Tiene que hacerlos todos, señor.<br />-¿Todos? ¿Así no haya carro qué revisar?<br />-¡Todos! Así no haya carro qué revisar –esta vez remedándome.<br />-Okey, gracias, muy amable –me despedí no sin sarcasmo.<br />Bueno, tenía que ir a El Llanito. Ahora o nunca, pensé. Agarré una camioneta que me deja en Los Cortijos y aproveché de pasar por El Nacional a ver si tenía un cheque para mí de una colaboración que hice el año pasado, y no había nada. Regresé a la estación del Metro de donde sale un Metrobús para El Llanito. Mientras el chofer me contestaba que sí pasaba cerca de Tránsito, un usuario se sonreía macabramente. Segundos después, el usuario me dijo que tenía que caminar un poco porque debía quedarme en la primera parada, la del hospital Domingo Luciani. Ya yo estaba montado en ese tren. En efecto, tuve que bajarme en el hospital y encaminarme al famoso Cuerpo de Vigilancia.<br />El sol quemaba y la subida que hay que andar –o escalar- para llegar a Tránsito es matadora. Iba sudando, mentando la madre de todos los choros del mundo, con especial énfasis en las madres de los choros que se llevaron el carrito. Por supuesto también iba repasando los documentos que tenía en el bolso (le había sacado fotocopia a todo). Al llegar a la cima de la subida, un poco desorientado, me dijeron dónde debía formular la denuncia: Departamento de Investigaciones. Era una puerta con una ventanilla. Me acerqué para decir a lo que venía y el funcionario de adentro me dijo, como ansioso de mi fracaso, que revisara los recaudos que estaban en una hoja pegada a la derecha de la ventanilla.<br />-¡Yo tengo todo!<br />-¿Fotocopias de todo? –preguntó esperanzado todavía.<br />-Ajá.<br />Me sugirió que me sentara al frente y esperara. En medio de la espera llegó un oficial del ejército, uniformado, que venía también a formular su denuncia. Al tipo le habían robado el carro en Cumaná y tuvo que venir a la sede principal del INTT para arreglar su título de propiedad, y lo habían rebotado porque no llevó la denuncia hecha ante tránsito. Con su caso, pensé que mucha gente la tiene mucho más difícil que uno. Yo, al menos, estoy en la capital y un poquito más informado. Aprovechando la similitud del caso del oficial y el mío, intenté constatar los recaudos que él tenía, a ver si me faltaba algo o qué sé yo.<br />-¿Y usted hizo todos los depósitos?<br />-No, nada más este y este otro –dijo señalando mi lista impresa.<br />-¿Y estos de la revisión del vehículo no? –pregunté pensando en la amable señorita del 0-800.<br />-No, jaja, y qué van a revisar si no hay carro –respondió en tono casi burlista.<br />-Jaja, sí ¿verdad? Eso fue lo mismo que le dije a la tipa del 0-800-Trànsito o lo que sea- le conté.<br />Como la versión del oficial me parecía más lógica y convincente, decidí desechar la opinión de la telefonista. Era ilógico pagar por una revisión que no se hará. Claro que como la lógica no es el principio rector de nada acá ni mucho menos, siempre queda cierta sospecha.<br />Al cabo de unos minutos, me llamaron por el nombre de la anterior propietaria del carro. Reclamé que hubieran puesto en el nombre del propietario el de su antigua dueña, a lo que me contestaron que eso era así porque ese era el nombre que salía en el Título. Por otra parte, en vez de “hurto” escribieron “robo”, y eso que lo que debían hacer era prácticamente transcribir la denuncia ante el CICPC, pero bueno… Ya con eso había hecho la diligencia del día. Inmediatamente me comuniqué con la corredora, que es casi como una tía, para que fuera canalizando lo de la carta dirigida al INTT y que me enviaran por mail desde Barquisimeto la planilla de “Declaración del siniestro” que a esas alturas todavía no había llenado.<br />Ahora faltaba hacer los depósitos y tener la carta del Seguro (original, enviada desde Barquisimeto) en mi poder, carta en la cual la burocracia privada le enviara un saludo a la burocracia pública, y uno en el medio haciendo todas las diligencias.<br /><br /><br /> To be continued again…Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-28685603261464037482009-07-03T19:50:00.000-07:002009-07-03T20:14:48.926-07:00“Me robaron el carro” o la fascinante historia de un venezolano en la decadenciaSi pensaba que el robo de una cartera con documentos personales era una tragedia, es porque hasta entonces no me habían robado el carro.<br />Qué iba a imaginar que aquella tranca del viernes en Plaza Venezuela sería mi última cola en mi carrito. Estábamos él y yo como siempre, -cual don Quijote y Rocinante, el Llanero Solitario y Plata, Batman y el batimovil, Meteoro y su Mach 5- uno aferrado al otro. La cola empezaba en la Avenida La Salle. Los carros apenas se movían. El aire acondicionado enfriaba bien. Había sintonizado los disparates de Erika de la Vega, Ivan Mata y Henrique Lazo. Los carros apenas se dejaban llevar por la gravedad de la pendiente y rápidamente frenaban; soltaban el freno y volvían a hundirlo. Qué iba a imaginar que no volvería a compartir con él una tranca en la ciudad. No es que yo lo humanice, no, pero es que él se hacía querer: los nobles corsas prácticamente se arreglan solitos… Además, si los llaneros le componen coplas a los caballos, uno podría tener un gesto con… De haber lo sabido, habría disfrutado más cada segundo infinito de aquella cola bárbara. El sol se estaba poniendo más atrás de las Torres de Parque Central. Eran casi las 5 de la tarde, las 5:15, las 5:30, las 5:40. Mi clase era a las 5:15. Iba tarde, angustiado por lo poco que me gusta hacer esperar a los demás. De haberlo sabido me habría angustiado menos y le hubiera pasado suavemente un trapito al tablero.<br />Estaba entrando a la Ciudad Universitaria a las 6:00 de la tarde. Por la prisa, me estacioné en el primer espacio que vi. Y me bajé rápido, casi corriendo, para entrar a mi amada Escuela de Comunicación. De haberlo sabido, habría sido más sutil, quizá me habría despedido con un beso, pero la ignorancia me metió a empujones en la Escuela. De haberlo sabido, habría volteado la mirada y le habría dedicado algún gesto, seguramente.<br />Luego de la clase y de esperar a que el último alumno entregara su práctica, salí del salón cerca de las 8:30, acompañado por una alumna a la que iba a darle la cola –de haberlo sabido no se la habría ofrecido- y acaso emocionado por algún viaje inminente a la playa. Bajé las escaleras, salí a la puerta y le indiqué a mi alumna que el carro estaría por allá… ¿por allá? ¿y el carro?... pero si yo lo había estacionado ahí… pero ahí no está… Ya va. Ya va. Ya va… Y me iba acercando hacia el puesto vacío, supongo que con la ridícula esperanza de que reapareciera como por acto de Copperfield. Y aquel indescriptible frío en el estómago… ¡Ahhh! Me robaron el carro. ¡¡¡Coñuelamadre!!!<br />Al cabo de unos minutos, gracias al apoyo simbólico y logístico de mi mamá, mi novia, mi hermano y del novio de mi alumna –que es amigo mío- estaría en una oficina del CICPC, la División de Vehículos de Quinta Crespo. Dos o tres policías adentro. El televisor encendido a todo volumen, sintonizado en una telenovela. Okey, uno no espera que estén viendo CSI ni Medical Detectives, tampoco alguna ópera en Film&Arts, pero, no sé, podrían haber estado viendo cualquier otra cosa… Pero no. Veían un culebrón con toda la atención del mundo. Hasta intercambiaban impresiones sobre la trama. Me sentí en Springfield. Sólo les faltaba comer donas... No llevábamos ni dos minutos cuando comprendimos el placer exacto que un policía experimenta al decir “espere ahí sentado”.<br />Debe haber pasado más de una hora, cuando uno que había estado refunfunñando porque un denunciante había dicho "robo" cuando era "hurto", me gritó desde su escritorio. “Pana, pasa”.<br />El postín era inclemente. Debía tomarme la denuncia. El policía miraba el monitor y de vez en cuando pulsaba con el índice alguna tecla. De pronto empezó a preguntarme cosas y yo a contestar. Le sonaba el celular y lo atendía. Proseguía el interrogatorio. Prácticamente no escribía nada; parecía que sólo borraba cosas. Luego, cuando me mostró el acta que yo debía firmar, o mejor dicho “la ciudadana Ricardo Andrade”, noté el reflejo de su poca dedicación. Me había preguntado:<br />-¿El vehículo tenía alguna marca que lo distinguiera?<br />-Ehhh, no propiamente. Bueno, tenía el papel ahumado vencido, abombado en el vidrio de atrás… Le faltaba el tubo de escape…<br />En el acta decía: “Se le preguntó si el vehículo tenía alguna marca que lo distinguiera a lo que el denunciante indicó que no”. Le hice ver al policía algunos detalles y me dijo que nada de eso importaba, que firmara. Al cabo de mucho tiempo, imprimió otro par de copias, me hizo poner mis huellas. Anotó en bolígrafo el número del expediente y me dijo que debía regresar el lunes para consignar los papeles y retirar la denuncia.<br />-Pero yo aquí tengo los papeles…<br />-Pero es que son copia de cédula y copia de documentos del vehículo<br />-Bueno aquí tengo todo eso, ¿ustedes no tienen una fotocopiadora aquí? –pregunté iluso.<br />- No, vente el lunes.<br />Era nuevamente un peatón, un flaneur forzoso y forzado a disfrutar de las bondades una ciudad que, de paso, es siempre hospitalaria con sus peatones. Aquel lunes en la tarde tenía una entrevista en al Universidad Metropolitana que, como saben, no queda muy al alcance de casi nada. Así que en la mañana me monté en una camionetica de la línea San Ruperto y así llegué al CICPC de nuevo. Ahora sí había mucho movimiento. Al cabo de unos ligeros maltratos me dieron mi denuncia y me encaminé a la casa para almorzar y salir a la Metropolitana, ahí mismito en el polo este de la ciudad. Me suspendieron la entrevista con una llamada cuando ya estaba bajando las escaleras del Metro. <br />De cualquier modo, tengo dos alicientes: el primero es que no me atracaron ni me mataron malamente; el segundo es que el carro estaba asegurado. Pero por eso es que la aventura debe continuar, porque consignar todos los recaudos ante el Seguro también puede ser una fabulosa aventura, que no se puede perder…<br /><br /><span style="font-style:italic;"><br />To be continued…</span>Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-34446563343855642892008-07-16T23:56:00.001-07:002008-07-16T23:59:45.914-07:00Indis-criminalHace poco más de 24 horas destruyeron la armonía y la felicidad de una familia querida en el sitio de mi infancia, en la urbanización <a href="http://elinformador.com.ve/nueva/xxview.php?ArtID=55850">Chucho Briceño</a> de Cabudare, estado Lara. Le quitaron la vida a René Bracho, un ciudadano que cumplía con el prototipo exacto de “buen hombre”, un ciudadano ejemplar, buen padre, buen esposo, un gran vecino. Era bioanalista y profesor en el Decanato de Medicina de la UCLA. Además era bombero aeronáutico, voluntario por más de 20 años. Un hombre que entregó su vida a sembrar ciencia y valores en las generaciones, a servir desinteresadamente a la comunidad.<br />No puedo escribir sino con dolor por la cercanía de René a mi familia, a mis padres y en especial a mi hermano Luis Miguel. Duele la injusticia, la desgracia, la impotencia. ¿Cómo es que existe gente sin sensibilidad de ningún tipo que es capaz de robarle la vida a otro, sin importarle nada, sin tomar en cuenta el desastre y el dolor que causan? ¿Cómo puede haber gente que actué tan impíamente como si se tratara de una cosa intrascendente? ¿No se dan cuenta del daño que hacen? ¿o simplemente no les importa? Duele que hayan menospreciado la vida de un hombre que se dedicó a la bonhomía. Y con esto no digo que valgan menos las muertes de ciudadanos menos productivos o menos altruistas, pero es que este caso me sacude personalmente no sólo por su cercanía sino por su timbre implacable y repulsivo. Este era un ciudadano que, como todos, no merece morir por causa del hampa, pero me desgarra el hecho de saber que los ciudadanos que además son buenos y sensatos están a merced de la muerte imprevista.<br />Mi filosofía frente al tema de la inseguridad era, primero de una resignación rabiosa, luego de un individualismo demoledor: no exponerse. Pero ahora me pregunto ¿qué (carajo) es “exponerse”? ¿vivir es exponerse? ¿ser es exponerse? René llegaba a su casa –a pocos metros de mi casa natal- a las 7:00 pm, venía del trabajo, con su esposa Adriana, seguramente con ganas de echarse un baño y acostarse a ver el Juego de las Estrellas hasta quedarse dormido. ¿Por qué entonces tenía que llegar un grupo de desalmados a cambiar el orden de las cosas, a trocar caprichosamente la vida por la muerte? Los Bracho no se expusieron y sin embargo fueron abatidos por la anomia, por la injusticia. Los estaban esperando entre los árboles de ese espacio donde antes se jugaba pelota y cuyos linderos terminan en una quebrada que, si bien siempre fue un sinónimo de peligro y de aventura, hoy cobra el significado más atroz de la palabra “peligro”. Por allá, atravesando las cercas inexistentes (y prometidas), se fueron huyendo los cobardes y vomitivos responsables de un crimen que no puede quedar impune. Pero justamente es el miedo a la impunidad otro agravante del dolor. Ojalá las autoridades del estado Lara se aboquen a la captura de los culpables de que hoy ni los Bracho (su esposa y sus tres hijos), ni sus alumnos, ni los pacientes, ni los vecinos cuenten con ese padre ejemplar.<br />Además del dolor, esto está escrito con odio visceral y por eso pido disculpas. Está escrito con horror y lástima por la sociedad en que se ha convertido la nuestra. Está escrito con asco y con vergüenza y por eso pido disculpas, pero es lo único que podía hacer. Decido publicarlo porque nunca son suficientes estas noticias, y porque no podemos acostumbrarnos a vivir así. ¿Cuánto tiempo más podremos vivir en una sociedad que es capaz de producir a estos seres inhumanos que desprecian y desestiman las vidas del otro? La violencia forma parte de la condición humana, pero ¿qué códigos de violencia estamos dispuestos a aceptar?, ¿hasta qué punto podemos, como sociedad civil y como Estado, permitir que nos destruyan hogares diariamente?<br />Ojalá mi siempre admirado amigo René Bracho pueda descansar en paz, pero ojalá los que nos quedamos aquí –quién sabe por cuánto tiempo más- no descansemos tanto y luchemos, escribamos, hagamos propuestas y nos manifestemos. Yo estoy consciente de que al gobierno actual poco o nada le interesa nuestra seguridad ciudadana, pero tiene que cumplir obligatoriamente con su deber. Garantizarnos seguridad no es una política pública: es un deber de Estado.<br />¡Mis más hondas condolencias para Adriana, René Gerardo, Manuel y Carla! Para ellos no hay palabras.Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-24050087658018000902008-07-15T20:18:00.001-07:002008-07-15T20:20:50.755-07:00Ir a la biblioteca un domingoJusto cuando podemos quedarnos en la cama, a veces preferimos pegar un salto y salir a charlar con los autores en un espacio adecuado. La calle solitaria y el inusual silencio comienzan a dar aliento y facilitar la llegada. En la entrada nos despojamos de los bolsos, nos descargamos, nos deslastramos del mundo pesado. Con la desnudez de un lápiz amarillo y una hoja blanca, somos más livianos para las exploraciones. Todos los tacones y suelas comienzan a tocar un ritmo contra el suelo brillante, como latidos que irrumpen en el silencio; es el eco de los pasos sobre el mármol brillante, como dentro de un palacio de madera; sístoles y diástoles que marcan el compás de los murmullos acaso inaudibles de la gente que empieza a aparecer.<br /> Si bajamos las escaleras nos encontramos con alguien que sube abrazando unas fotocopias, luego una muchacha -deportivamente vestida- golpeando la baranda con su débil portaminas de plástico. Atravesamos el umbral de la sala con la impresión de ver las sillas y mesas atestadas, pero siempre habría un espacio. Buscamos las cotas en las computadoras del saloncito con puertas de vidrio, una cápsula seudomoderna donde tecleamos nombres y comillas para buscar una respuesta que nos satisfaga. Las teclas amarillentas son los aromáticos ficheros de los nuevos tiempos, donde igual han danzado todos los dedos del mundo. Si obtenemos una respuesta maquinal, anotamos el código, el número que le toca a cada libro presidiario, a los cuales los carceleros anuncian sus visitas. Llenar la planilla es una isla dentro del placer. Es aburrido malgastar grafito en los datos intrascendentes que reclaman esos grises formatos, viejos, casi burocráticos. Pero son un requisito, no hay más remedio. El buen carcelero la recibe, y al cabo de unos minutos, vuelve con el preso, arrebata el carné, da una ficha, quita otra. El buen carcelero juega con las fichas verdes, rosadas y azules.<br />- Toma. Este libro circula.<br />¿Para qué va a circular? ¿Por dónde? ¿Para ser leído oblicuamente en una cama, escuchando platos, tenedores y las estupideces de los tres televisores de la casa?<br /> - ¡Ah! Gracias.<br /> Lo mejor es dar la vuelta, regresarse por el mismo camino y subir hasta el final, a la sala más alta, adonde esté el balcón más olímpico para invocar a los autores desde ahí, más cerca, desde la cima del templo. Las sillas son de oficina pública, otras son de mimbre simplón, pero parecen tronos frente a la montaña, frente al frescor de los árboles y, allá abajo, el tapiz verde saluda con vértigo. El deleite está en elegir un trono, estirar las piernas y montar los pies en el muro, sentir la brisa matinal, abrir el libro con su antiguo perfume de cautivo y meterse de cabeza en él, rodeado de quietud. Pero también está en el momento en que interrumpimos la lectura para concentrarnos en los tímidos llantos de ensayo de los violines que se preparan para el concierto dominical del auditorio contiguo a la biblioteca. También está el deleite en ver, desde arriba, a un padre con sus dos hijos pequeños, todos enguantados en medio del desierto, y en escuchar el delicioso quejido de la pelota entrando secamente en el guante. Quién sabe cuánto tiempo ha pasado ya con el índice derecho atrapado entre las páginas del libro, pero qué importa. De pronto estalla un grito amargo, como de entrenador:<br /> - Señores, en cinco minutos cerramos el servicio.<br /> A esas alturas, hasta las más cretinas impertinencias pueden no sonar tan mal. El momento está llegando a su final. Resignadamente, el momento ha finalizado y pronto volverá el ruido represor. Templo, palacio o cárcel, ir a la biblioteca los domingos es un encuentro monumental con las máximas virtudes de la especieRicardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-59388977430510179602008-06-11T19:35:00.000-07:002008-06-11T19:48:00.166-07:00Del tiempo: o de su libertad y esclavitud<div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><br /><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_-xYqd5K7fY1dQMsdbrXt5h-KgcjJo461_V_yYQfa9Pz1YKVE4a3JWXcBm6Aozj3dDewPzI5Q10hGpuuT46LM4I1zUKa4PJ-LpnXPw24y-bxPVx7jnVvnJqASdMDzBYQPa2uEDcG2/s1600-h/tiempoenpeso.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5210819631570993906" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" height="159" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_-xYqd5K7fY1dQMsdbrXt5h-KgcjJo461_V_yYQfa9Pz1YKVE4a3JWXcBm6Aozj3dDewPzI5Q10hGpuuT46LM4I1zUKa4PJ-LpnXPw24y-bxPVx7jnVvnJqASdMDzBYQPa2uEDcG2/s320/tiempoenpeso.jpg" width="173" border="0" /></a><br /><br /><br /><br /><div>A menudo se oyen por la calle impresiones sobre la longitud y extensión de la vida. Se dice que es muy larga o que es muy corta, según la conveniencia del caso. Yo diría, con la humildad con que es menester abordar los temas que el destino ofrece, que todo radica en el ritmo con que la propia vida se teja. En todo caso, no creo que sea tan larga como para hacer todo lo que uno se propone, por lo que el espíritu queda obligado a seleccionar o, economizando esfuerzos, a depender de los azares.<br />El tiempo –una abstracción humana- es, las más de las veces, un motivo de preocupación. No es fortuito que, al abandonar las sábanas, haya quien tenga como primer pensamiento del día algo relacionado con la administración de sus actividades en función del tiempo y sus limitaciones. El tiempo tiene una doble dimensión: unas veces es camisa de fuerza para la cordura, y otras una holgada guardacamisa dispuesta ser rellenada de gordura. Pero por lo general, en las urbes, en lugar de ser una anchísima sabana, el tiempo es un canal congestionado. No tanto un pesado libro de historia, sino un segundero ruidoso que aturde hasta a las más nobles intenciones, una pauta restrictiva, apremiante y cruel.<br />De la misma forma en que el mundo jurídico se debate entre deberes y derechos, el tiempo vital transcurre entre compromisos y ociosidades, esclavitudes y libertades. El tiempo del hombre moderno está concebido, fundamentalmente, para cumplir obligaciones, y sólo si queda algún ápice de libertad, éste puede ser aprovechado, lo cual va desde leer un libro “por gusto”, ir al cine, oír una pieza musical o comer helado hasta bajar el nivel de pensamiento para conectarse a los medios de comunicación o suspenderse, cobijado, en un colchón, para dedicarse al suave ejercicio de soñar.<br />Claro que hay etapas en la carrera contra Chronos. De ahí que los jóvenes añoren la niñez, los adultos la juventud y los viejos la adultez, como si la vida fuera apretando tuercas, y luego, una vez perdidas la soltura y agilidad del cuerpo y de la mente, es cuando se aflojaran; tal como un atleta que sale ágil y fuerte con la mirada en la meta y termina sediento y débil, con la cabeza hacia el hombre que ha disparado al cielo. La línea del tiempo es, según parece, más estrecha en la juventud y la adultez, siendo éstos los dos estadios intermedios de la vida, acaso el nudo de la trama. <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYQ4tsBEggCKPKTkkrazhZN28hTtJzjs1YeWyVmtEZ_Vhp7LHs-hLAgC_Q7ui7gYRVHABUoc0rZmUuWnBwl5QgdVzXMTz6sxdmFnFlVW-CtTK4BQEfmqGqduh4OFTk7tBDV2ov_kUu/s1600-h/tiempo_dal%C3%AD.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5210819635530329010" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 159px; CURSOR: hand; HEIGHT: 140px" height="152" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYQ4tsBEggCKPKTkkrazhZN28hTtJzjs1YeWyVmtEZ_Vhp7LHs-hLAgC_Q7ui7gYRVHABUoc0rZmUuWnBwl5QgdVzXMTz6sxdmFnFlVW-CtTK4BQEfmqGqduh4OFTk7tBDV2ov_kUu/s320/tiempo_dal%C3%AD.jpg" width="183" border="0" /></a><br />El tiempo es el metraje de una película que antecede a la muerte y, por lo tanto, un recurso finito que hay que administrar y una gama de posibilidades susceptibles de priorización, selección y emprendimiento. Cosa distinta sería si el tiempo no fuera agotable, pues no habría preocupación, ni emoción. Al margen de los procedimientos metodológicos, para administrarlo bien se necesitan virtudes elevadas, sabiduría, prudencia, ética, templanza. Priorizar es una forma genérica de preseleccionar, un tanteo exploratorio. La selección implica la toma concreta de decisiones. El emprendimiento, por otra parte, ha de ser el resultado voluntario de las anteriores, la aplicación direccional de la energía en el espacio y en el propio tiempo, con el objeto de realizar alguna tarea o actividad.<br />La vida adulta es, por lo general, una red de cosas que giran en torno a los compromisos, especialmente en los empleados y estudiantes –lo cual es un periodo de formación y a la vez una suerte de calistenia o preparación para el empleo-. Todo implica llegar puntual a clases o al trabajo; ocupar un salón o una oficina en un tiempo preestablecido, diariamente, semanalmente, mensualmente, anualmente; cumplir asignaciones y, todavía, estar disponible para eventualidades, reuniones o emergencias. La vocación y la mística son grandes y útiles valores humanos pero, más allá, son los edulcorantes de un ritmo subyugado y vertical.<br />Después de la revolución industrial, con el advenimiento de la modernidad, buena parte de la vida pasó a fundamentarse en una emergente cultura del trabajo. La industrialización de la mano de obra, el incremento de producción y la expansión de los mercados fueron fenómenos prácticamente simultáneos que dieron origen a una escalada difícil de contravenir. Se fijaron estándares, marcas, récords que ahora no pueden sino superarse. Evidentemente, los modos de producción y las brechas sociales que entonces se originaron se relacionan con la confección del sistema contrarreloj del que hoy participamos, pero en cuanto a eso prefiero mantenerme en las orillas pues procuro nadar en aguas más familiares. El hecho es que la vida moderna del hombre de ciudad está amenazada por las horas y sus horarios: una nueva esclavitud.<br />No acumulo suficientes conocimientos estadísticos, pero puedo intuir que, en promedio, la mayor parte de las actividades del citadino –excluidos niños y ancianos– son impuestas de forma exógena. No nacen de una voluntad propia, sino de una pauta externa, como respuesta a una exigencia foránea. Es decir, el hombre promedio invierte su tiempo más en el cumplimiento de obligaciones que en otra cosa. Está perdiendo tiempo de ocio, el tiempo que melancólicamente añora de su infancia y desesperadamente anhela de su vejez. La necesidad de dinero da pie a que el monetario sea un preciado valor, y siendo el trabajo el medio más ético de lograrlo, no hay más opción que cultivarlo sin cesar para garantizar ciertos privilegios materiales necesarios que preserven o mejoren el estilo de vida. Dadas las circunstancias, un individuo puede preferir invertir su tiempo en alguna cosa que se traduzca en bienes materiales en lugar de satisfacciones espirituales. En ese sentido, el hombre moderno pierde libertad.<br />La libertad reside en el ocio. Por eso es el “tiempo libre”, ámbito precioso de la creación, el receso y el divertimento. Es el descanso de las tareas, y un espacio temporal cada vez más oprimido por los valores y prácticas de la (pos)modernidad, cada vez más reducido y restringido por las obligaciones que ocupan vertebralmente la existencia. Es el tramo sereno de un río revuelto de compromisos, donde la gente puede bañarse con reconfortante calma mientras el agua corre lentamente a un costado. El ocio es donde el hombre alimenta su espíritu o, al menos, donde tiene la opción de hacerlo, puesto que es sabido que la administración del ocio sólo depende de la discrecionalidad del individuo, de su libre albedrío. El ocio es el estado temporal de libertad plena y, por lo mismo, una cuestión fundamental en la constitución de los pueblos: lo que la gente hace con su tiempo libre es, consecuentemente, un síntoma de la salud intelectual y espiritual de los pueblos.<br />Desde una perspectiva ética, la esencia de los peligros de la libertad radica en el obrar incorrecta o inapropiadamente. El tiempo, como todo recurso finito, es tan proclive al provecho como al despilfarro, especialmente el ocio que es sobre el cual el ser humano tiene control directo. No existe, desde luego, una noción fija de lo que puede considerarse aprovechamiento o lo contrario, pero sí podría decirse que el buen provecho del ocio debe estar dirigido al beneficio del alma y –por qué no- del intelecto. En todo caso, desaprovechar el tiempo libre es un crimen espiritual, cuya condena es difícil de pagar puesto que nunca hay vuelta atrás. El ocio es una oportunidad siempre única y esquiva.<br />Desaprovechar el ocio es invertirlo en una empresa estéril o, cuando menos, no saber sacar el mínimo beneficio de la esterilidad. Los medios de comunicación de masas suelen acaparar el ocio de buena parte de la población, y esa realidad hay que considerarla en su justa medida: por un lado, ver qué pasa con la recepción del arte moderno, y por el otro, más que los medios, saber qué mensajes son los que se masifican. Aprovechar el ocio, por su parte, equivale, muchas veces, a la risa o al deleite. Pero no se trata de suprimir toda voluntad y esfuerzo, sino de gozar rápidamente de las gratificaciones del esfuerzo. Aprovechar el <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnMkrWZ8eK-IQXXbbsSg9Pd1gZjNVWWWarPKqPAMFdHDL7mNEvr0h9q65xBlSrG4CEk4i2k1T1HZ08DOkwN1T6qF8vu1gr5v84S4slpnpoTWG-NfnQvMvExCkuj8D6nfVbpLqVK27K/s1600-h/relojdearena.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5210821102715200626" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnMkrWZ8eK-IQXXbbsSg9Pd1gZjNVWWWarPKqPAMFdHDL7mNEvr0h9q65xBlSrG4CEk4i2k1T1HZ08DOkwN1T6qF8vu1gr5v84S4slpnpoTWG-NfnQvMvExCkuj8D6nfVbpLqVK27K/s320/relojdearena.jpg" border="0" /></a>ocio es invertir bien el tiempo: experimentar placer y agrado, mientras los compromisos vuelven a nuestro camino. Es, sin más, disfrutar con un esfuerzo invisible.<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3Su3ats-o96nPF4CtqLLoPqy3BqtNPSsaWkFkCPj-XuJYq1yGinFvY_MYOhEgYopu6Ew0XZx7DdBr06s_hUnXqPkzw8LQ49oFDj_MD_KZzchvWh7KGs10Uwd50xV758Nl0G7CQ3AO/s1600-h/relojdearena.jpg"></a></div></div></div>Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-20996849956277311342008-04-04T20:27:00.000-07:002008-04-04T20:33:42.459-07:00Misión Viacrucis II: Y la aventura continuóAquella historia tiene una continuación. Al día siguiente de mi primera salida tuve una segunda, infructuosa pero menos lastimosa. Llegué a media mañana del miércoles 2 de abril al Centro Plaza, siguiendo no sin recelo la pauta de mi muy poco estimada Onidex (Torre D). Cuando llegué a la planta baja de la torre me topé con una multitud, una larga cola de hombres y mujeres dispuestos a cedularse. Lejos de preocuparme por la cantidad de personas que tendría por delante, sentí una emoción indescriptible entre pecho y espalda. No podía creer que coincidiera lo que decía en la página con la realidad concreta y palpable.<br />- Buenos días, señora… ¿cedulación? –le pregunté a la última de la cola, con la pícara sensación de quien pregunta algo que ya conoce y que le favorece…<br />- Sí mi amor –estaba todo comprobado, estaba en el sitio justo-, pero ya repartieron los números de hoy.<br />Ya ustedes sabrán cómo se desvanece un sueño, con cuánta velocidad y crueldad. Toda la evanescencia de un mínimo episodio de felicidad ciudadana en una frase ridícula:<br />- ¿En serio?<br />- Sí, pero mañana es otra vez aquí en el Centro Plaza…<br />Efectivamente, en la página web decía que miércoles y jueves habría módulos en dicho centro comercial ubicado, por cierto, en una de las zonas más amables y ficticias de la ciudad (una muestra nada representativa de la totalidad). Entonces, resignado y desconfiado, me dirigí a los porteros del edificio para reconfirmar la información. Luego de esa nueva frustración sentí el previo alivio de que si llegaba temprano el jueves sería un día mejor y con eso me consolé.<br />A las 6:00 am de ayer ya estaba alistándome para mi tercera salida, la definitiva. Llegué un poco después de las 7:00 a Los Palos Grandes. Aún sin desayunar, estaba de buen ánimo, el tránsito no estaba tan insoportable y el frescor matinal me daba mucho aliento. Llegué a la planta baja y no vi ninguna cola, lo cual me alegró primero y luego me despertó una pequeña, casi imperceptible, suspicacia. A lo sumo había unas diez personas disgregadas. Me dispuse a caminar hasta la puerta de la torre D y observé en la puerta un letrero parco y descarado, seguramente recién tipeado y pegado:<br /><br /><strong>Suspendida cedulación</strong><br /><br />Yo no lo podía creer. Por qué el Estado habría de conspirar contra mí. El cartel no tenía explicaciones ni posdatas ni nada. Ni siquiera había un funcionario de la Onidex. No había caras para escupir…<br />- Eso no depende de nosotros –decían los porteros visiblemente preocupados por una situación de linchamiento al estilo Fuenteovejuna.<br />- Yo sé, yo sé –fue lo que pude contestar…<br />Lo única decencia que tuvieron los funcionarios fue la de dejar otro papelito pegado en la pared con los demás lugares de cedulación en la semana. Una muchacha con cara de indignación estaba buscando con el dedo alguna esperanza. Me le uní como por inercia. Lomas de Vista Hermosa, Coche, Avenida Urdaneta. Ajá, Aldea Bolivariana, El Valle, sector Longaray. Por ahí me ubico mejor, pensé, y así se lo recomendé a mi colega de infortunios institucionales. Y hacia allá me fui atravesando la ciudad otra vez.<br />Llegué preguntado por la “aldea bolivariana”. Me imaginaba un sector con verdes jardines y un pozo de agua suficiente para todos, al mejor estilo de los pitufos. Pero no. Es más bien una estructura endeble de dos plantas que tiene un vasto terreno que sirve de “estacionamiento no estructural” para vehículos livianos y pesados. El nombre que tiene discretamente escrito es el de “Aldea comunitaria” (no bolivariana) y tenía una hoja pegada en la fachada del pequeño edificio que decía a puño y letra: “cedulacción jueves 03/04”. No entendí el porqué de la doble ce, ni siquiera reparé mucho en ese detalle hasta que vi que otro cartel decía “cedulización”. Había un problema con el sustantivo, pero ese no era el más grave problema. Llegué a las 8:15 am. La cola era larga, y siempre más de lo que se podía ver, sin embargo pensé que un par de horas sería suficiente. No hubo repartición de números ni nada, todo parecía muy espontáneo<br />A medida que pasaban los minutos y los pocos pasos la gente se iba desconcertando y de pronto estalló un miedo que descubrí no era sólo mío. ¿Se acuerdan de la muchacha de Las Adjuntas y la oscuridad de la fotocopia? Bueno, empezaban a devolver personas y la gente se mortificaba, y yo con ellos, aunque yo llevaba mi pasaporte bolivariano.<br />Que parece que van a parar porque van almorzar.<br />- ¿Qué?! No joda, si se van le echamos candela a todo esto –gritó el señor que iba un puesto delante de mí. Yo me contagié de ese espíritu piromaníaco e incendiario, y no fui el único.<br />Caótico. No había más orden que el pudiera imponer uno mismo con su pobre radio de acción y alta propensión a los golpes. No había quien coordinara, era una situación totalmente anómica y anárquica. La gente se coleaba, otros gritaban, unos subían y otros bajaban. Yo observaba, escuchaba y leía. Luego de cuatro horas abajo me tocó subir adonde estaban las máquinas por unas escaleritas de un metal rojo y tembloroso. Estaba más cerca de la meta. Fue cuando pasó una muchacha sin mucha simpatía verificando el estado de las fotocopias y firmándolas con un garabato. Rebotó a varios y a mí me hizo sacarle copia al pasaporte. Entre los rebotados estaba el señor que iba justo delante de mí. Se veía muy humilde y, sobre todo, muy indefenso. No tuvo siquiera la energía de una réplica en favor de las cuatro horas de cola, y se fue.<br />Allí arriba, a menos de cinco metros de las máquinas, pasó otra hora más de hambre y desesperación. Las piernas y las rodillas chirriaban, gritaban y dolían. Los pies gemían y la circulación de la sangre se sentía en las pantorrillas. Luego de la cola, venía otra subcola para entregar las fotocopias, otra para la foto, otra para la firma y otra para la entrega. Todo era lento, pesado, lerdo. La atmósfera era sofocante y muy desagradable. No había una sola cara linda, ni una sonrisa, sólo la de unos niños que apenas sabían caminar. El calor, el sudor y el estómago haciendo crisis de abstinencia.<br />Sentí alivio al ver que me recibió la copia del pasaporte.<br />- Ajá, ¿y el original de esto dónde está? –preguntó con un sadismo que ya habíamos detectado. A ellos les interesa rebotar gente y tener menos trabajo. Había personas con fotocopias perfectamente legibles (datos, números, huellas, fotos, firmas) a quienes les decían que esas no servían. En todo caso, yo abrí mi bolso y le entregué mi pasaporte. Estaba acorralada, tenía que sacarme la cédula. Creo que fue en ese momento que escuché a la que atendía en la cola de al lado decirle a una ciudadana comprensiblemente obstinada:<br />- Deja la grosería, chica, que si a mí me da la gana no te la saco y ya…<br />Yo no podía creer lo que oía. Bueno, ya a esas alturas sí podía…<br />Me tomé mi foto (fue lo único rápido), puse la huella y me dediqué a esperar. Cuando iba a salir la mía, la muchacha que estaba junto a la impresora y la plastificadora, sin excusarse y sin explicaciones, se paró y se fue a “resolver” un problema. La silla vacía y yo esperando, y detrás de mí la gente aglomerándose. Tuve que llamar a otro de los funcionarios que estaba jugando con su carnet para que atendiera la situación. Las cédulas salían impresas pero no había nadie que pudiera separarlas y plastificarlas… El tipo accedió no de muy buena gana y al final, a la 1:28 pm salió mi cédula: ANDRADE FERNÁNDEZ, RICARDO RAFAEL, SOLTERO, VENEZOLANO hasta el 2018 o hasta que se me vuelva a perder.<br />No pocos minutos he dedicado en las últimas horas a contemplar ese papelito artesanal dentro de ese plastiquito flexible que tanto me costó recuperar. Ya es un hecho, soy nuevamente un ciudadano de este país. A la tercerea fue la vencida, sólo hacia falta paciencia y bastante indignidad.Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-7107681116907381875.post-7310022328314109792008-04-02T06:35:00.000-07:002008-04-03T23:00:19.174-07:00Misión Viacrucis o la aventura de los módulos esquivosHabía que reconocer que en lo que a cedulación respecta la Quinta República parecía más eficiente que la Cuarta, o al menos eso podía jurarlo antes de hoy. Aunque el material de la cédula bolivariana es de menor calidad, esta tiene la ventaja de ser digitalizada y entregada de manera inmediata, cosa que no ocurría con aquellas que servían para abrir puertas pero que se tomaban su buen tiempo para ser entregadas, sólo cuando había el material…<br />Supongo que esta historia empieza cuando un mediodía de la semana pasada me atendían en un feo McDonalds –¿hay uno bonito?- de la tampoco muy agraciada Valencia. No importa por qué me encontraba ahí, sólo quiero destacar que era mi primera visita propiamente dicha a la capital carabobeña y ya no quisiera volver. Hago el pedido y tengo en mi mano un billete verde y suficiente. La cajera pide que le de dos bolívares fuertes para devolverme diez exactos. Abro el koala, saco la cartera y allí consigo Bs. 1300 (débiles), lo cual genera que la cajera empiece a experimentar una situación dilemática bastante aguda –¿regalarme o no regalarme Bs. F 0,70?- que sostuvo por alrededor de cinco minutos mientras pedía sencillo a otros cajeros y compañeros, hasta que gracias a su espontánea bondad y a que nadie más tenía sencillo eligió cederme los 0,70 (léase setecientos bolos). Tanto tiempo había pasado que el vuelto y el pedido llegaron al mismo tiempo. En ese momento tomé el dinero y, entre la simultaneidad de los eventos, mi cartera quedó atrapada en otra dimensión. Más nunca la volví a ver, ni a lo que ella contenía, por supuesto: casi 300 Bs F (cosa excepcional), 3 tarjetas de débito, la de crédito de mi desafortunada madre y –ahí viene lo peor- cédula, certificado médico, licencia, y hasta el rif, sin contar todo lo sentimental que allí podía tener. Hay varias hipótesis del hurto y mi torpeza no se descarta en ninguna, pero el hecho es que me sentí como un esencial idiota.<br />La cédula es lo primero que hay que recuperar para readquirir la condición de “ciudadano”, me he dicho. Todo lo demás depende de esta pequeña y endeble tarjeta de identificación. Por eso estuve pendiente de la página web de la <a href="http://www.onidex.gov.ve/">Onidex</a>. Me planteé ir el lunes para resolver el problema, pero la ubicación de los módulos de cedulación no fue actualizada sino hasta el propio lunes –supongo que nadie se cedula ese día o sólo lo hace si se tropieza fortuitamente con el operativo-, por lo que tuve que optar por el martes. El lugar que más me convenía era el Parque del Oeste Jóvito Villalba, cerquita de la estación de Gato Negro.<br />Creo que a la altura de La Hoyada, abordaron el vagón un par de chamos con sendas guitarras y comenzaron a cantar y pedir dinero a cambio. Más bien intentaban cantar. Un señor que les dio dinero consolaba su dádiva diciendo “bueno, por lo menos cantan, es mejor a que estén robando”. Estamos de acuerdo. Ahora viéndolo bien, yo debí captar que aquel desafinado dúo era un mal presagio del destino, pero qué se hace, no supe leer la señal. Y ahora que lo recuerdo, cuando comencé a subir las escaleras de Gato Negro una señora tarareaba todavía la canción de la Negra Tomasa que el dueto acababa de mascullar. Ahí seguro había otra señal, un día negro, oscuro, las tinieblas quizá.<br />Me disponía a ingresar al parque del oeste, pero tres guardias que estaban en la puerta me dijeron, atropellándose verbalmente los unos a los otros, que ahí ya no era el operativo, que lo habían cambiado para el Periférico de Catia. Yo no lo podía creer si antes de salir de la casa y todavía, mientras escribo, aparece en la página que el martes 01 de abril hay módulo en el parque del oeste -corrobórelo <a href="http://http//www.onidex.gov.ve/Mis_ident/modulos/ubicacion.php">aquí</a>- , información que, dicho sea, se posteó el mismo lunes 31 de marzo. Yo estaba confuso y me imagino que tenía una cara de desconcierto.<br />- Pero bueno, cambiaron el lineup –me dijo uno de los guardias para tranquilizarme y molestarme a la vez. Otro de ellos me dijo que siguiera derecho y en la Iglesia del Carmen cruzara a la izquierda. Eso hice pero preferí detenerme a preguntarle a un policía que estaba justo en el cruce.<br />- Vas bien, sigue por aquí pa´abajo, cruzas la autopista y es donde ves esa pared azul…<br />- Pero ¿por ahí puedo cruzar? –pregunté algo preocupado al ver la velocidad con que los carros pasaban. Era el comienzo de la autopista Caracas-La Guaira.<br />- Tienes que cruzar toreando los carros –insistió el responsable de la ley y la seguridad ciudadana- pero bueno, si no te sientes capacitado –ahora retándome-, entonces mejor te vas por aquí derecho y luego cruzas a la izquierda, es mejor, no vaya a ser que te arrolle un carro y después la culpa es mia...<br />Le dije que prefería esa segunda opción y seguí mi camino. Pero cometí el error de bajar por unas escaleritas que conducían justamente a la autopista. El destino me estaba obligando a cruzar y así lo hice con mucho cuidado. Del otro lado, unos barrenderos muy amables de las adyacencias del Periférico me dijeron que el operativo debía ser por la plaza, y así , obedientemente, me fui caminando por dentro hasta llegar a la Plaza Sucre de Catia. Allí no había nada. Le pregunté a otros trabajadores de franelas rojas y me dijeron que seguramente habría operativo en Pérez Bonalde. Una muchacha del grupo se ofreció a llevarme si le brindaba el almuerzo, a lo cual tuve que negarme por estar cansado del peloteo y, sobre todo, tan sin dineros.<br />Entonces tomé la decisión de irme a las oficinas principales de El Silencio a elevar mi reclamo formal como un ciudadano digno y burlado. Yo recordaba que según la lista poco confiable publicada en Internet también habría módulo en la lejana estación de Las Adjuntas. No fue sino hasta que recorrí la transferencia cuando decidí probar suerte por allá. Ya no quería hacer un reclamo y luchar por los derechos de la colectividad, ahora sólo quería mi cédula y ya. La gente del Metro, siempre amable, me hizo el favor de comunicarse con la estación terminal para no irme a la deriva. En efecto, estaban operando y allí estarían hasta la 1:00 pm –ya era más de las 11:00 am-. Entonces me fui hasta allá. El trayecto se llevó su tiempo, pero apenas llegué, empecé a hacer mi cola en las afueras de la estación. Me puse a conversar con un señor a quien también le habían robado la cartera en su trabajo y así se fueron los minutos.<br />-Siguiente… -Caminé y extendí la hoja con la única copia de cédula que tengo. La mujer se le quedó viendo en silencio con mirada perversa…<br />- Yo así no te la puedo recibir. Esta copia está muy oscura…<br />Al primer segundo tal vez pensé que era una broma pero al verla tan seria me sentí desamparado, frustrado y sobre todo incrédulo por tantas negativas… En este país uno no puede ni siquiere tener identidad, pensé. Qué diría Freud.<br />- Pero si ahí se ve, acércatela bien, ahí se lee… -supliqué.<br />- No te la puedo recibir así. Necesito que se lean las letras, los números, la foto, la huella ¡Siguiente!<br />- Espera, yo traje una partida de nacimiento –repliqué agotando todas las esperanzas.<br />- El recaudo es fotocopia de cédula. Si no tienes otra copia mejor, entonces ve al servicio de dactiloscopia en El Silencio…<br />- Tengo carnet universitario… Mira –se lo mostré al tiempo que ella le quitaba la vista.<br />- No aceptamos carnet. Si se leyera mejor la copia de repente te paso con el carnet. ¿No tienes pasaporte? -inquirió sintiéndose, supongo, como San Pedro en las puertas del cielo.<br />La palabra “pasaporte” me recordó aquel otro trámite en la oficina de Maiquetía, que tampoco fue nada fácil. Yo no me iba a llevar el pasaporte a ver si me lo robaban también… Negué explicando que no lo llevaba conmigo a todas partes…<br />- Si tuvieras el pasaporte te lo aceptaría. Mañana vamos a estar en El Junquito, si quieres lo llevas allá mañana… ¡Siguiente!<br />Sólo me quedó bajar la cabeza, dar la media vuelta y apurar el paso para llegar a tiempo a la Universidad. Ya hice mi queja virtual, seguramente inútil. Mañana me llevo el pasaporte a ver si me tropiezo con algún operativo que diga con letras rojas y orgullosas: Misión Identidad.Ricardo Andradehttp://www.blogger.com/profile/06955381817648844284noreply@blogger.com13